A veces ocurren cosas que, por más que
te esfuerces, no eres capaz de comprender. El mundo se empeña en ser
un lugar extraño, incoherente e ininteligible, capaz de endosarte
por la espalda y a traición los giros más inesperados.
Es duro asumir la fatalidad, lo azaroso
de nuestros destinos, lo lejos que estamos de tener algún control
real sobre nuestras propias vidas. Por eso tratamos de personalizar,
de buscar culpables, para poder tener a alguien a quien culpar de
nuestras desgracias y a quien odiar por lo mal que nos va todo. Eso
relaja mucho. Un buen insulto a la tele o al periódico nos hace
sentir mucho mejor durante al menos unas décimas de segundo, el
mejor momento del día.
El problema llega cuando te das cuenta
de que tus exabruptos acaban yendo siempre dirigidos en la misma
dirección. Es entonces cuando tus fuerzas flaquean hasta el punto de
hacer tambalear tus más firmes convicciones en el caos del universo
y empiezas a dejarte llevar por tus ganas irrefrenables de encontrar
un verdadero culpable, un malo de la película que lo es porque sí y
al que hay que vencer a toda costa para evitar el fin del mundo.
Por
desgracia, esta es una de esas semanas en las que los malos de
película parecen más reales que nunca. Dos noticias han coincidido
en el tiempo de tal modo que resulta realmente complicado no
relacionarlas de algún modo, llegando a considerar a una la
consecuencia directa de la otra.
La
primera noticia es que el magnate de la Fórmula
1, Bernie Ecclestone, y el presidente de la Generalitat Valenciana,
Alberto Fabra, ya se conocen. El nacimiento de esta bonita amistad no
es otra cosa que un gesto más que evidencia la determinación de la
Generalitat y del Ayuntamiento de Valencia de mantener el Gran Premio
de F1 de Valencia hasta 2014.
La
segunda triste noticia es que el equipo de “Bon dia, bonica”, una
teleserie diaria producida por TVV, se ha quedado en el paro por la
decisión de la cadena de no renovar una temporada más.
¿Coincidencia?
Podríamos
hablar de dinero, de la cantidad de capítulos de “Bon dia, bonica”
que podrían hacerse con 17 millones de euros, por ejemplo. Cantidad
que coincide, mira tú por donde, con el coste del canon anual que la
Generalitat tiene que pagar a Ecclestone cada año por albergar el
Gran Premio. O, millón arriba millón abajo, con la cantidad que
RTVV desembolsa cada año a La Sexta en concepto de derechos de
emisión de la F1.
Pero
también podríamos hablar de audiencia, de la buena audiencia de
“Bon dia, bonica” varios puntos por encima de la media de la
cadena como decía en esta nota de prensa por la propia cadena. Y de
la más que cuestionable audiencia de la F1 incluso en sus mejores días.
Entonces...
¿a qué viene esta decisión de mantener la F1 y cancelar “Bon
dia, bonica"? Por más que lo intente no encuentro explicación que
justifique esta decisión desde un punto de vista empresarial de la
cadena. Objetivamente, a Canal 9 le conviene mucho más tener un
programa diario que genere una audiencia por encima de su media que
un programa que se emite cada dos semanas en el mejor de los casos y
que no siempre consigue buenos resultados de audiencia. Si a ello le
sumamos que el segundo es tremandamente más caro de producir que el
primero... ¿donde está el truco?
La
única explicación que se me ocurre es que Canal 9 no decide lo que
quiere hacer. Sencillamente la cadena no puede dejar de emitir la F1
si hay un Gran Premio en Valencia. No puede porque no se lo permiten.
A nadie se le escapa que la cadena se ha convertido desde hace tiempo
en algo parecido a un gabinete de prensa de la Generalitat y que su
principal objetivo es reforzar la imagen de esta, o mejor dicho, del
partido que la gobierna. Política, siempre la política.
Un
grupo de dirigentes políticos ha decidido que quieren tener aquí
todos los grandes eventos que puedan conseguir, cuenten lo que
cuesten. Volvo Ocean Race, America's Cup, Copa Davis, Global Champion
Tour, F1... El coste y el retorno real de la inversión de toda esta
serie de eventos se desconoce porque hacer públicas sus cuentas no
forma parte precisamente de las costumbres de la administración
valenciana y también porque en el concepto de retorno se han de
incluir conceptos difícilmente cuentificables como la imagen de
Valencia en el extranjero o la predisposición de los turistas a
viajar a la la comunidad. Pero independientemente de que el balance
sea positivo o no, la decisión es firme, la están manteniendo hasta
las últimas concecuencias y RTVV irá con ellos hasta el final.
No
alcanzo a entender por qué tanto empeño. De un tiempo a esta parte
la Comunidad Valencia parece uno de esos tipos que se compran un
Ferrari y después no pueden pagar la gasolina. Vivimos por encima de
nuestras posibilidades gastando en lujos cuando no tenemos para lo
más básico. Famosas son ya las declaraciones de Rita Barberá
afirmando no entender la ansiedad de las compañías eléctricas a la hora de cobrar sus facturas y
considerando poco justo que estuviesen amenazando y cortando la luz a las instituciones públicas.
Pero
a pesar de todo, me niego a creer que existan malos de verdad, malos
en sí, malos sin matices. Probablemente no sea así. Serà, imagino,
que no saben lo que hacen. No quiero permitirme el lujo de creer que
ese grupo de políticos empeñados en convertir Valencia en un parque
de atracciones sea algo así como una liga del mal. En realidad debe
ser gente que actua por convicción, que cree en lo que hace. Es más,
puede incluso que crean en lo que dicen y que se consideren honrados
y benefactores. No son malos, sencillamente han perdido el norte.
Si
pudiese hablar con ellos un momento sobre lo que están haciendo con
la RTVV, les diría algo muy sencillo: Esto es una empresa pública,
una radio y una televisión autonómicas, vuestro objetivo es
generar contenidos que interesen a la gente de la Comunidad y
convertir el ente en un motor de la industria audiovisual. ¿Qué
estáis haciendo?
Pero
puede que no quieran oirme. Puede que no les interese mi discurso
porque ya decidieron hace mucho que la cultura, la industria
audiovisual valenciana y la libertad de expresión no les
interesaban. Puede, espero que no, pero eso ya se me escapa.
A lo mejor también tiene que ver que el yernísimo de Aznar esté en todo el jaleo de los derechos de imagen de la F1.
ResponderEliminarLas cadenas autonómicas, y no sólo la valenciana, me da que no se rigen por criterios coherentes, en cuanto a producción y mercado se refiere.
Vete tú a saber Fernando. Las intrigas palaciegas han protagonizado muchas tramas de teleserie, pero si conociésemos las que se generan en los despachos de las televisiones probablemente nos parecerían todavía más escandalosas.
ResponderEliminarGracias por seguir el blog. Un abrazo.