Este post fue publicado en Guionistas Vlc el 4/6/2012.
Cuando trabajas en una productora tienes fechas de entrega marcadas en rojo en el calendario o reuniones a las que hay que acudir con algo que enseñar debajo del brazo o, lo más motivador de todo, gritos desde el despacho del fondo. Todo esto son estímulos para escribir.
No digo que sea la mejor de las formas para motivarse, ni mucho menos, pero cuando tu sueldo depende de que cumplas con los plazos, sencillamente escribes.
Pero ¿qué pasa cuando nadie te está esperando? ¿cuando no hay plazos? ¿cuando nadie grita? ¿cuando no hay, ni siquiera, un proyecto sobre la mesa? Pues pasa que la tendencia natural de todo ser humano es dejar de escribir.
Los guionistas, aunque en algunos casos cueste creerlo, también somos seres humanos. Por lo que seguir escribiendo no siempre nos resulta fácil, ni mucho menos.
Sumemos a esto el hecho de que ser guionista en Valencia ahora mismo es casi lo mismo que ser gondolero en el desierto. Lo que mejor sabes hacer no te sirve de gran cosa.
Supongo que en esta situación lo lógico sería dedicarse a otro menester. Criar camellos, guiar rutas turísticas, construir haimas. Pero no. Cada día veo a mis compañeros guionistas trabajando en sus proyectos personales, remando en la arena.
Pues bien, hoy quiero darles las gracias por eso. Porque hay días en los que me apetece bajarme de la góndola, pero ellos no me dejan.
Por muy mal que me vayan las cosas no creo que deje de escribir nunca, pero una cosa es tomarse la escritura como un hobby, algo que se hace en los ratos libres después de trabajar, y otra muy distinta empeñarse en vivir de esto cueste lo que cueste.
Recuerdo que cuando estudié guión en la UIMP de Valencia, en un máster organizado por la desparecida FIA, nos dijeron que la principal virtud que debía tener un guionista era la constancia. Esto es una carrera de fondo, nos decían. En aquel momento no entendía hasta qué punto aquellas palabras eran una verdad absoluta.
Hay algo de inconsciencia en querer ser guionista, de salto al vacío, de apuesta por uno mismo y por lo que se quiere.
Nadie triunfa todo el tiempo. De hecho, lo normal es fracasar varias veces hasta que se consigue un éxito y después volver a fracasar. Perder la fe en ti mismo, llegar a la conclusión de que realmente no vales para esto, es algo a lo que tienes que enfrentarte a diario.
Cuando estás trabajando has de ser capaz de cumplir con los plazos, de superar las presiones, de vencer tus inseguridades… pero mientras tanto, como en tu contrato pone que eres guionista, eso no se cuestiona.
El problema viene cuando ya nadie te paga por escribir nada. Seguir sintiéndote guionista no siempre es fácil. Y sí, hablo de sentimientos porque esta es una profesión que los necesita. Hay muchas formas de ganar dinero y escribir guiones no es precisamente la más fácil, ni la más rápida. Me atrevo a decir que todos los que pretendemos dedicarnos a esto amamos la profesión. Sólo eso explica que cuando vienen tan mal dadas como ahora sigamos empeñados en escribir cada día. Sólo eso explica que cuando los que deberían encargarse de hacer todo lo demás para que nosotros pudiésemos dedicarnos sólo a escribir la fastidian, nos liemos la manta a la cabeza y nos pongamos a hacer su trabajo. Muchas veces mejor que ellos.
Viéndoos al final me he creído que el agua volverá al desierto. Parecéis tan capaces de conseguirlo que últimamente estoy remando más fuerte que nunca. Espero que la nube de polvo no me ahogue…
De hecho, me he convertido en un experto en tenderme emboscadas. Situaciones de las que sólo puedo escapar escribiendo.
Me invento mis propias fechas de entrega y os nombro jefes por turnos. Vosotros no lo sabéis, pero cada vez que quedamos a tomar un café, que leéis algo mío o que vamos al cine, nos estamos reuniendo, estamos valorando un proyecto o nos estamos documentando. No paramos de trabajar.
A veces, cuando me siento delante del ordenador sin ganas de escribir una palabra, cojo el teléfono y llamo a alguno de vosotros. Quedar esa misma tarde o al día siguiente, se convierte en un motivo para escribir. Porque sé que en algún momento hablaremos de aquello en lo que estás trabajando tú y que antes o después querrás saber cómo van mis proyectos. Odio no tener nada que contar.
Me estáis empujando a seguir y ni siquiera os lo he pedido. Así que nada, sólo quería deciros eso, que gracias. Seguid remando que yo os acompaño.
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