Los guionistas parecen gente normal. Cuando pasean por la calle, la gente se cruza con ellos sin ni siquiera sospechar.
Un guionista, cuando no está sentado delante de su ordenador, es igualito que Superman cuando no va con los calzoncillos por fuera, o que Jack el destripador cuando no lleva un cuchillo ensangrentado en la mano. No se les nota nada.
De hecho, se les nota tan poco que incluso han llegado a darse casos en los que dos guionistas se han cruzado por la calle y no se han reconocido. Escalofriante.
Esto, evidentemente, es un problema. Genera toda clase de situaciones ridículas y malentendidos. Más de una vez, algún que otro guionista ha tenido que soportar la charla hueca y absurda de cinéfilos aficionados que se han permitido el lujo incluso de llevarle la contraria.
Corre el rumor de que una vez un guionista tuvo que oír, en medio de una conversación distendida, una crítica cruel de su propio trabajo por parte de alguien que le hablaba sin saber quien era y que, además, esperaba conseguir que le diese la razón. El rumor completo afirma que el guionista acabó dándole la razón entre risas y consiguió así llevársela a la cama.
Pero el chismorreo más pasmante de todos los que he oído jamás es el de un guionista principiante que, en un sarao de estos en los que se junta mucha gente de incógnito, quiso atribuirse méritos que no merecía y, al contarle a alguien que estaba trabajando en una serie de éxito, se encontró con la respuesta: ¿Sí? Pues yo soy la coordinadora del equipo de guionistas de esa serie y nunca te he visto por allí.
Esto no puede seguir así, tenemos que hacer algo. Pongámonos galones.
¿Os imagináis un ejército sin galones ni distintivos de rango? Los soldados rasos se cruzarían con los generales y no se cuadrarían. Es más, puede que ni saludaran. Y en los baños, por hablar de algo, acabarían haciendo comentarios a sus superiores sobre lo inútiles que son los mandos. Un desastre.
Por eso se inventaron los galones, por poner un poco de orden. ¿A qué esperamos para copiarles?
Que has escrito tu primer guión, una medallita. Que lo vendes, otra. Que es un éxito, subes de rango. Que te contratan en una serie, una medallita. Que acabas siendo el coordinador, subes de rango. Que la serie renueva, medallita por el coraje en batalla. Que te despiden, corazón púrpura.
Así todo sería más fácil. Con un sólo golpe de vista sabrías con quien estás tratando y además ya no tendríamos que enfrentarnos más a la pregunta ¿y tú qué has hecho? Para responder, bastaría con sacar pecho.
Cuando un guionista raso se encontrase meando codo con codo con un guionista general en el baño, se estaría calladito.
Cuando un guionista de alto rango dijese un chiste, los guionistas rasos se reirían y tomarían notas al mismo tiempo.
En caso de emergencia, el guionista de mayor rango tomaría el control y si este sufriese un accidente o un bloqueo mental que lo dejase inutilizado, el segundo guionista a bordo tomaría el mando.
Antes de participar en ninguna contienda habría un período de instrucción. Algo así como la mili pero con bolis en vez de rifles.
También habría que fundar las fuerzas especiales para aquellos casos en los que fuese urgente la intervención rápida de un equipo de guionistas. Puede incluso que se llegase a fundar la organización de los bolis azules para intervenciones pacíficas internacionales.
Estoy seguro de que funcionaría. Los uniformes nos quedarían genial, la entrega de condecoraciones serían la excusa perfecta para organizar saraos y los guionistas ya no pasaríamos desapercibidos por la calle. La gente vería nuestros galones y mostraría respeto. Quien sabe, puede incluso que de este modo los niños empezasen a decir que de mayor quieren ser guionistas.
No sé, es sólo una idea. Yo ahí lo dejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario