14 dic 2012

Mensajes ocultos del lenguaje audiovisual


Si tuvisteis la suerte de estudiar filosofía en el instituto, aunque sólo fuese un año, seguramente recordaréis el mito de la caverna de Platón. En él, se describe a unos prisioneros que viven encadenados de tal forma que únicamente pueden mirar hacia una pared donde se proyectan las sombras de unos objetos manipuladas por unos hombres que Platón identificó con los sofistas de su época.
Esta alegoría sigue plenamente vigente, solo que los prisioneros ahora son espectadores, las sombras pantallas y los manipuladores ya no son sofistas, sino los medios de comunicación.
Platón estaba obsesionado con la verdad. Creía en la existencia de un mundo de las ideas y estaba convencido de que en él habitaba la verdad inmutable de todas las cosas.
A mí la verdad me importa menos. No aspiro a contemplarla ni a poseerla. No creo que sea posible salir de la caverna, ni que haya nada fuera. Me concentro en tratar de entender mejor cómo funciona el mundo subterráneo, el de las sombras.
Vivimos en el siglo XXI, la retórica y las verdades a medias son nuestro pan de cada día. Todos conocemos a muchos sofistas, dignos herederos de aquellos que iban de plaza en plaza cobrando por sus lecciones y defendiendo lo uno o lo contrario dependiendo de lo que conviniese en cada momento, pero con la misma convicción y firmeza en sus argumentos. El problema es que, aún hoy, estos malabaristas del discurso muchas veces consiguen su objetivo.
Todos nacemos encadenados, todos somos espectadores. El reto consiste en levantarse y atreverse a mirar directamente el fuego. Ya lo decía Platón, la primera reacción natural de todo ser humano es la de intentar volver a la oscuridad porque, al mirar hacia el origen de la luz, los ojos se resienten.
Dejarse manipular, conformarse con la verdad que nos viene dada, parece lo más cómodo, pero ¿en qué nos convierte eso? Muy sencillo, nos convierte en cifras, en moneda de cambio, en parte amorfa de la masa.
Esta idea, la de que hoy en día todo el mundo ha de reconocerse a sí mismo como espectador y, por tanto, como receptor de toda una serie de mensajes intencionados que es necesario comprender y analizar de forma activa si no se quiere caer en la manipulación, es la que me llevó a proponer un curso titulado igual que este post y que empiezo a impartir esta misma tarde para la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Valencia.
Llevo tres años impartiendo cursos de iniciación al guión, pero este año me pidieron que les ofreciese algo distinto. Por eso me decidí a proponerles este curso a medio camino entre la filosofía y el análisis de medios con el que, estoy seguro, disfrutaré más que ningún alumno.
La idea es sencilla. Dispongo de veinte alumnos y de diez clases de dos horas cada una para provocar diez debates distintos con un único objetivo común, desarrollar el concepto de espectador activo.
Sinceramente, tengo mucha curiosidad por conocer al grupo de alumnos y ver cómo reaccionan ante lo que les he preparado.
En realidad, yo llevo asistiendo a mi propio curso más de tres meses, desde el mismo momento en que la Concejalía me confirmó que lo habían aprobado. Durante todo este tiempo he estado buscando material audiovisual que me sirviese para documentar las distintas clases que quería impartir. Y he encontrado auténticas joyas.
La que voy a utilizar en la clase de hoy, la primera, es un breve documental de 25 minutos que realizó TVE para celebrar su 50 aniversario. Forma parte de una serie titulada “La imagen de tu vida”, concretamente el capítulo “El mundo ante nuestros ojos”.
Nada más empezar, el documental lanza una frase tan contundente y poderosa, que podría considerarse toda una reflexión en sí misma: “El mundo se transformó al ponerle una cámara delante”.
Acto seguido, el documental analiza el modo en que la televisión revolucionó el modo de entender los acontecimientos históricos. Primero como un modo de contradecir al poder y condicionar la opinión pública en contra de sus intereses, como ocurrió en la guerra de Vietnam. Y después analiza el modo en que el poder aprendió a usar la televisión en su propio beneficio. Hasta llegar al 11S, el acontecimiento mediático más reciente, que fue retransmitido y seguido en directo por una tercera parte de la población mundial, adquiriendo la calidad de espectáculo.
Al final de todo este recorrido, el propio documental lanza otra frase demoledora: “Ahora, si algo no ha sido emitido, es casi como si no hubiese pasado”.
El mundo actual no se entiende sin la televisión porque la televisión lo transformó. Al observarlo el mundo cambió, justo lo que afirma el principio de incertidumbre de Heisenberg, que es realmente por donde empezaré la clase de esta tarde. ¿Lo conocéis?
Según este principio, aunque existiera un microscopio lo suficientemente potente como para poder ver un electrón, seguiríamos sin poder observar su órbita natural. Esto se debe al hecho de que para poder observar cualquier cosa es necesario iluminarla, o dicho de otro modo, sería necesario que un fotón de luz chocase con el electrón para poder verlo. El problema es que, al hacerlo, el fotón modificaría la posición y la velocidad del electrón. Llegando a la conclusión de que jamás podrá observarse la órbita natural de un electrón puesto que este nunca se comportará del mismo modo cuando está siendo observado que cuando no.
Sí, empezaré el curso hablando de electrones. Me encanta. De este modo, si hay algún aprensivo en la sala, tendrá la oportunidad de salir corriendo rápidamente. El resto, los que se queden, podrán debatir conmigo si este principio es aplicable también a lo que le ocurrió al mundo al ponerle una cámara delante. ¿Observar modifica el objeto de estudio?
Y lo que es más importante ¿vendrá alguien a la segunda clase? Sólo los reincidentes podrán ver cómo relaciono el concepto de Panóptico de Jeremy Bentham con CSI, o el mito del eterno retorno de Mircea Eliade con The Wire.
Ya veremos qué cara ponen.