21 dic 2011

Los diez mandamientos del monologuista







El pasado viernes publiqué este post en Guionistas VLC. Un post que será el último como firma invitada porque los gvlceños me han hecho una propuesta que no puedo rechazar. El próximo día 28, día de los inocentes, publicaré mi primer post como uno más de los autores de Guionistas VLC junto a Chon, Gabi, Martín y Paco.
Que Dios nos pille confesaos...


Justo la semana en la que las polillas del armario ropero de Camps andan de mudanza al juzgado, los GVLC van y me piden un post sobre monólogos. ¿Me estáis picando?
Pues no voy a entrar al trapo, no conseguiréis que haga ningún comentario acerca de que Costa y Camps me parece una forma muy pija de decir playa y montaña, ni diré que estoy profundamente decepcionado porque esperaba que Paco apareciese en chandal el primer día del juicio negando la mayor y jurando por la Geperudeta que él jamás en su vida había vestido traje.
No haré nada de eso, respetaré la presunción de inocencia y esperaré a que los declaren culpables.

Mejor, aprovechando que ya casi estamos en fechas navideñas y que tengo el fervor religioso más subido de lo normal, he pensado traeros los Diez Mandamientos del Monologuista.

Os los traigo frescos, recién llegados del monte Sinaí, esculpidos en dos tablas de piedra con remates en oro, una virguería.

Eso sí, reconozco que estos mandamientos no los ha dictado Dios. En realidad son totalmente subjetivos, así que podéis quebrantarlos cuando os dé la gana sin temor a castigos divinos. Y además los voy a explicar un poco, no como Moisés que cuando bajó del monte dijo: ¡Hala! Aquí os los dejo.

Primer Mandamiento: Amarás al público sobre todas las cosas
La primera misión de todo monologuista cuando empieza el espectáculo es ganarse al público. Generalmente, la gente que va a ver un monólogo está receptiva y con ganas de reirse (solo esto explica que a veces se rían incluso cuando no toca), pero a pesar de eso el monologista puede perder a su público en cualquier momento.
Es vital generar empatía, conseguir que estén cómodos, despertar interés en lo que se está diciendo y mantener en todo momento cierta conexión con ellos adaptando el ritmo y el tono del espectáculo a las peculiaridades de cada público.
Esto puede parecer algo bastante sutil pero a nadie se le escapa que, por más que estemos defendiendo el mismo espectáculo, este será distinto cuando en la puerta del local ponga “Dead metal rules” que cuando ponga “Asociación de amigos del jubilado”.

Segundo Mandamiento: No tomarás la palabra en vano 
Cuando un monologuista empieza a hablar y el público descubre el tema, automáticamente está adquiriendo un doble compromiso con ellos. Por una parte el monologuista ha de conseguir sorprender al público, hablar de aspectos del tema que no se esperan desde un punto de vista original. Pero también es necesario que hable de los lugares comunes. Al empezar a ver el monólogo el público genera una serie de expectativas. Esperan que el monologuista hable de aquello que ellos conocen de dicho tema porque resulta gracioso verse reflejado en lo que se está diciendo. El reto consiste en satisfacer estas expectativas haciendo referencia a esos lugares comunes pero siempre dándoles una vuelta de tuerca más, transgrediéndolo, deformándolo, exagerándolo.

Tercer Mandamiento: Santificarás las improvisaciones
Como guionista defiendo a muerte la necesidad de realizar un buen trabajo previo de escritura de guión y ensayo antes de salir a un escenario, pero eso no resta importancia a la habilidad de cada monologuista para la improvisación.
Un monólogo, aunque solo hable uno, ha de ser una conversación con el público. Es necesario romper la cuarta pared, que el público sienta que es a ellos a quien se les está hablando e incluso que olviden que hay un guión. Los buenos monologuistas consiguen que el público crea que está improvisando incluso cuando en realidad está recitando el guión palabra por palabra. Pero además de eso, un monologuista ha de ser capaz de registrar todo lo que pasa a su alrededor y usarlo en su propio beneficio.
Si en mitad de una obra de teatro un foco explota sin matar a nadie, los actores tratarán de hacer como si nada hubiese pasado y seguir con la obra. Esto se entenderá como un alarde de profesionalidad y el público lo comentará al día siguiente con los colegas tomando un café descafeinado de máquina con dos azucarillos.
Pero si esto mismo ocurre en mitad de un monólogo y el monologuista continúa como si nada, será valorado de un modo completamente distinto. Un monologuista no puede permitirse el lujo de dejar pasar algo así, si algo llama la atención del público él ha de utilizarlo para hacerles reir y ser capaz de reconducir la situación hacia su texto ganándose de nuevo su atención.
El monologuista no está realmente en un escenario, el monologuista está con el público.

Cuarto Mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre
Sí, este mandamiento coincide palabra por palabra con el de Moisés, así que ya me podéis acusar de incumplir mi propio Quinto Mandamiento. ¡¡Soy un pecador!! Pero tengo excusa, aquí esas mismas palabras significan otra cosa.
Cada monologuista es de su padre y de su madre, es decir, que cada cual tiene sus particularidades. Aprovechar cada una de ellas es una obligación. El aspecto físico, la forma de hablar, la procedencia, el nombre, las trayectoria vital… son todo argumentos capaces de generar trama para un monólogo y herramientas que pueden usarse para que el monólogo adquiera un sabor personal e intransferible. Un mismo texto puede ser adaptado y cada monologuista lo acabará interpretando a su forma, pero esto es como heredar la ropa de tu hermano mayor. Lo mejor son los trajes a medida (pagando y con factura).
No es necesario ni mucho menos que todo lo que uno diga de sí mismo en un monólogo sea cierto, pero usar este tipo de información enriquece el texto porque el público suele detectarlo. Además, aprender a aprovechar las propias experiencias es una de las principales habilidades que todo buen monologuista debería tener. Si vamos a reírnos de todo empecemos por uno mismo.

Quinto Mandamiento: No plagiarás
Este mandamiento necesita poca explicación. Cada vez que oigo un chiste viejo en un monólogo o detecto que han “homenajeado” a otro monologuista en algunas partes del texto, me dan ganas de pedir el libro de reclamaciones.
Si no eres capaz de generar material propio dedícate a otra cosa o contrata un guionista.

Sexto Mandamiento: No reciclarás
Con el tiempo cada monologuista caba coleccionando sus grandes hits. Detectarlos y mantenerlos en los distintos espectáculos es una habilidad más que recomendable. Al final, el público suele recordar a cada monologuista por el gag que más gracia les hizo, por lo que es bueno recordarlo y regalar ese momento al público reincidente. Pero eso no significa que se pueda llamar nuevo espectáculo al espectáculo viejo con diez minutos nuevos de texto. Si te tomas en serio tu trabajo debes tomarte en serio la palabra NUEVO. Ser capaz de generar material fresco cada cierto tiempo es vital. Si no lo eres dedícate a otra cosa o contrata un guionista.

Séptimo Mandamiento: No empalmarás
Suena guarro, lo sé. Pero calmad vuestras mentes calenturientas porque a lo que me estoy refiriendo en realidad es a que: Un espectáculo de una hora no son dos de media hora empalmados.
Soy perfectamente consciente de que este mandamiento es el que más vais a incumplir porque es una práctica muy habitual tirar de un determinado “repertorio” compuesto por distintas coñas como si se tratase de canciones distintas que se cantan en un concierto y dependiendo del rato que se tenga que estar hablando se cantan más canciones o menos. Personalmente me parece bastante chapuza.
Que un espectáculo dure una hora no lo convierte en un espectáculo de una hora. Si un monologuista sabe que cuenta con ese tiempo para entretener al público debe saber explotarlo de un modo distinto a cuando cuenta con menos. A más tiempo más posibilidades de construir un argumento, un personaje, situaciones elaboradas y un universo propio del espectáculo.
La opción de ir empalmando un gag detrás de otro sin rumbo fijo, ni hilo argumental, ni coherencia interna de ningún tipo, aunque hay auténticos maestros en hacer esto, no siempre es la mejor opción.
Como público siempre valoro más un espectáculo cerrado de una hora que fue pensado para exponerse en ese tiempo, que un batiburrillo de sketches que acaban sumando ese mismo tiempo. Llámame tiquismiquis.

Octavo Mandamiento: No dirás polla todo el rato
Existe una teoría muy extendida de que decir polla es gracioso per se. No voy a negar que el miembro sexual masculino da mucha risa, sobre todo después de una ducha fría. Pero creedme amigos, hay otras formas de hacer reír.
Ahora es cuando me acusan de defender el mal llamado humor inteligente, pero no voy por ahí. Transgredir los pequeños tabúes cotidianos hablando sin inhibiciones de sexo, por ejemplo, genera cierto choque cómico en el público y resulta tremendamente efectivo si se sabe usar, no tengo nada en contra de ello ni mucho menos. Pero me parece pobre que alguien base todo su espectáculo, o incluso toda su carrera, en este tipo de humor.

Noveno Mandamiento: No consentirás la monotonía
Ser capaz de ofrecer un abanico de tipos de humor, combinar gags visuales con gags verbales y planificar un hilo argumenal que permita que la interpretación pase por distintos ritmos, intensidades y estados de ánimo, son valores añadidos.
Hacer reír es el objetivo, vale. Pero si se puede hacer de distintas formas ¿por qué conformarse con una? Resulta tremendamente enriquecedor cuando un mismo espectáculo aglutina momentos y situaciones distintas construyendo una historia o evolucionando de algún modo en vez de limitarse a ser un simple contenedor de gags.

Décimo Mandamiento: No codiciarás el dinero del guionista
Si has contratado a un guionista págale.

Nada más amigos, mi paz os dejo la paz os doy.
Os quiero un huevo.

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