El
pasado viernes publiqué este post en Guionistas VLC. Un post que
será el último como firma invitada porque los gvlceños me han
hecho una propuesta que no puedo rechazar. El próximo día 28, día
de los inocentes, publicaré mi primer post como uno más de los
autores de Guionistas VLC junto a Chon, Gabi, Martín y Paco.
Que
Dios nos pille confesaos...
Justo
la semana en la que las polillas del armario ropero de Camps andan de
mudanza al juzgado, los GVLC van y me piden un post sobre monólogos.
¿Me estáis picando?
Pues
no voy a entrar al trapo, no conseguiréis que haga ningún
comentario acerca de que Costa y Camps me parece una forma muy pija
de decir playa y montaña, ni diré que estoy profundamente
decepcionado porque esperaba que Paco apareciese en chandal el primer
día del juicio negando la mayor y jurando por la Geperudeta
que él jamás en su vida había vestido traje.
No
haré nada de eso, respetaré la presunción de inocencia y esperaré
a que los declaren culpables.
Mejor,
aprovechando que ya casi estamos en fechas navideñas y que tengo el
fervor religioso más subido de lo normal, he pensado traeros los
Diez Mandamientos del Monologuista.
Os
los traigo frescos, recién llegados del monte Sinaí, esculpidos en
dos tablas de piedra con remates en oro, una virguería.
Eso
sí, reconozco que estos mandamientos no los ha dictado Dios. En
realidad son totalmente subjetivos, así que podéis quebrantarlos
cuando os dé la gana sin temor a castigos divinos. Y además los voy
a explicar un poco, no como Moisés que cuando bajó del monte dijo:
¡Hala! Aquí os los dejo.
Primer
Mandamiento: Amarás al público sobre todas las cosas
La
primera misión de todo monologuista cuando empieza el espectáculo
es ganarse al público. Generalmente, la gente que va a ver un
monólogo está receptiva y con ganas de reirse (solo esto explica
que a veces se rían incluso cuando no toca), pero a pesar de eso el
monologista puede perder a su público en cualquier momento.
Es
vital generar empatía, conseguir que estén cómodos, despertar
interés en lo que se está diciendo y mantener en todo momento
cierta conexión con ellos adaptando el ritmo y el tono del
espectáculo a las peculiaridades de cada público.
Esto
puede parecer algo bastante sutil pero a nadie se le escapa que, por
más que estemos defendiendo el mismo espectáculo, este será
distinto cuando en la puerta del local ponga “Dead metal rules”
que cuando ponga “Asociación de amigos del jubilado”.
Segundo
Mandamiento: No tomarás la palabra en vano
Cuando
un monologuista empieza a hablar y el público descubre el tema,
automáticamente está adquiriendo un doble compromiso con ellos. Por
una parte el monologuista ha de conseguir sorprender al público,
hablar de aspectos del tema que no se esperan desde un punto de vista
original. Pero también es necesario que hable de los lugares
comunes. Al empezar a ver el monólogo el público genera una serie
de expectativas. Esperan que el monologuista hable de aquello que
ellos conocen de dicho tema porque resulta gracioso verse reflejado
en lo que se está diciendo. El reto consiste en satisfacer estas
expectativas haciendo referencia a esos lugares comunes pero siempre
dándoles una vuelta de tuerca más, transgrediéndolo, deformándolo,
exagerándolo.
Tercer
Mandamiento: Santificarás las improvisaciones
Como
guionista defiendo a muerte la necesidad de realizar un buen trabajo
previo de escritura de guión y ensayo antes de salir a un escenario,
pero eso no resta importancia a la habilidad de cada monologuista
para la improvisación.
Un
monólogo, aunque solo hable uno, ha de ser una conversación con el
público. Es necesario romper la cuarta pared, que el público sienta
que es a ellos a quien se les está hablando e incluso que olviden
que hay un guión. Los buenos monologuistas consiguen que el público
crea que está improvisando incluso cuando en realidad está
recitando el guión palabra por palabra. Pero además de eso, un
monologuista ha de ser capaz de registrar todo lo que pasa a su
alrededor y usarlo en su propio beneficio.
Si
en mitad de una obra de teatro un foco explota sin matar a nadie, los
actores tratarán de hacer como si nada hubiese pasado y seguir con
la obra. Esto se entenderá como un alarde de profesionalidad y el
público lo comentará al día siguiente con los colegas tomando un
café descafeinado de máquina con dos azucarillos.
Pero
si esto mismo ocurre en mitad de un monólogo y el monologuista
continúa como si nada, será valorado de un modo completamente
distinto. Un monologuista no puede permitirse el lujo de dejar pasar
algo así, si algo llama la atención del público él ha de
utilizarlo para hacerles reir y ser capaz de reconducir la situación
hacia su texto ganándose de nuevo su atención.
El
monologuista no está realmente en un escenario, el monologuista está
con el público.
Cuarto
Mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre
Sí,
este mandamiento coincide palabra por palabra con el de Moisés, así
que ya me podéis acusar de incumplir mi propio Quinto Mandamiento.
¡¡Soy un pecador!! Pero tengo excusa, aquí esas mismas palabras
significan otra cosa.
Cada
monologuista es de su padre y de su madre, es decir, que cada cual
tiene sus particularidades. Aprovechar cada una de ellas es una
obligación. El aspecto físico, la forma de hablar, la procedencia,
el nombre, las trayectoria vital… son todo argumentos capaces de
generar trama para un monólogo y herramientas que pueden usarse para
que el monólogo adquiera un sabor personal e intransferible. Un
mismo texto puede ser adaptado y cada monologuista lo acabará
interpretando a su forma, pero esto es como heredar la ropa de tu
hermano mayor. Lo mejor son los trajes a medida (pagando y con
factura).
No
es necesario ni mucho menos que todo lo que uno diga de sí mismo en
un monólogo sea cierto, pero usar este tipo de información
enriquece el texto porque el público suele detectarlo. Además,
aprender a aprovechar las propias experiencias es una de las
principales habilidades que todo buen monologuista debería tener. Si
vamos a reírnos de todo empecemos por uno mismo.
Quinto
Mandamiento: No plagiarás
Este
mandamiento necesita poca explicación. Cada vez que oigo un chiste
viejo en un monólogo o detecto que han “homenajeado” a otro
monologuista en algunas partes del texto, me dan ganas de pedir el
libro de reclamaciones.
Si
no eres capaz de generar material propio dedícate a otra cosa o
contrata un guionista.
Sexto
Mandamiento: No reciclarás
Con
el tiempo cada monologuista caba coleccionando sus grandes hits.
Detectarlos y mantenerlos en los distintos espectáculos es una
habilidad más que recomendable. Al final, el público suele recordar
a cada monologuista por el gag que más gracia les hizo, por lo que
es bueno recordarlo y regalar ese momento al público reincidente.
Pero eso no significa que se pueda llamar nuevo espectáculo al
espectáculo viejo con diez minutos nuevos de texto. Si te tomas en
serio tu trabajo debes tomarte en serio la palabra NUEVO. Ser capaz
de generar material fresco cada cierto tiempo es vital. Si no lo eres
dedícate a otra cosa o contrata un guionista.
Séptimo
Mandamiento: No empalmarás
Suena
guarro, lo sé. Pero calmad vuestras mentes calenturientas porque a
lo que me estoy refiriendo en realidad es a que: Un espectáculo de
una hora no son dos de media hora empalmados.
Soy
perfectamente consciente de que este mandamiento es el que más vais
a incumplir porque es una práctica muy habitual tirar de un
determinado “repertorio” compuesto por distintas coñas como si
se tratase de canciones distintas que se cantan en un concierto y
dependiendo del rato que se tenga que estar hablando se cantan más
canciones o menos. Personalmente me parece bastante chapuza.
Que
un espectáculo dure una hora no lo convierte en un espectáculo de
una hora. Si un monologuista sabe que cuenta con ese tiempo para
entretener al público debe saber explotarlo de un modo distinto a
cuando cuenta con menos. A más tiempo más posibilidades de
construir un argumento, un personaje, situaciones elaboradas y un
universo propio del espectáculo.
La
opción de ir empalmando un gag detrás de otro sin rumbo fijo, ni
hilo argumental, ni coherencia interna de ningún tipo, aunque hay
auténticos maestros en hacer esto, no siempre es la mejor opción.
Como
público siempre valoro más un espectáculo cerrado de una hora que
fue pensado para exponerse en ese tiempo, que un batiburrillo de
sketches que acaban sumando ese mismo tiempo. Llámame tiquismiquis.
Octavo
Mandamiento: No dirás polla todo el rato
Existe
una teoría muy extendida de que decir polla es gracioso per
se.
No voy a negar que el miembro sexual masculino da mucha risa, sobre
todo después de una ducha fría. Pero creedme amigos, hay otras
formas de hacer reír.
Ahora
es cuando me acusan de defender el mal llamado humor inteligente,
pero no voy por ahí. Transgredir los pequeños tabúes cotidianos
hablando sin inhibiciones de sexo, por ejemplo, genera cierto choque
cómico en el público y resulta tremendamente efectivo si se sabe
usar, no tengo nada en contra de ello ni mucho menos. Pero me parece
pobre que alguien base todo su espectáculo, o incluso toda su
carrera, en este tipo de humor.
Noveno
Mandamiento: No consentirás la monotonía
Ser
capaz de ofrecer un abanico de tipos de humor, combinar gags visuales
con gags verbales y planificar un hilo argumenal que permita que la
interpretación pase por distintos ritmos, intensidades y estados de
ánimo, son valores añadidos.
Hacer
reír es el objetivo, vale. Pero si se puede hacer de distintas
formas ¿por qué conformarse con una? Resulta tremendamente
enriquecedor cuando un mismo espectáculo aglutina momentos y
situaciones distintas construyendo una historia o evolucionando de
algún modo en vez de limitarse a ser un simple contenedor de gags.
Décimo
Mandamiento: No codiciarás el dinero del guionista
Si
has contratado a un guionista págale.
Nada
más amigos, mi paz os dejo la paz os doy.
Os
quiero un huevo.
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