El problema es que cuando estoy en plena acción, tomando algo en la taberna rodeado de mis personajes, suena el móvil. ¡No es posible! Diréis. ¡Estás en el siglo XVI! ¡No había móviles o por lo menos seguro que no habría cobertura! Y mi pregunta es ¿estáis seguros? ¿estabais allí?
Tal vez el ejemplo del móvil es excesivamente obvio. Pero hay tantas otras cosas...
Somos hijos del siglo XX (no creo que nadie con menos de once años lea este blog), el mundo que conocemos está asfaltado y lleno de coches. No conocemos otro, por lo que nos resulta muy difícil imaginar cómo debía ser la vida hace cuatrocientos años. De hecho, nos cuesta imaginar incluso cómo era la vida hace muy pocos años.
Echadle un ojo a este video y veréis qué cierto es esto que os digo. En él unos niños ven por primera vez objetos relativamente modernos que a día de hoy ya han quedado obsoletos: un disquete, un vinilo, un teléfono de mesa de los de rueda... No tienen ni pajolera idea de qué son ni para qué debían servir. Hace poco la sexta emitió un video similar con niños españoles en ese programa de entretenimiento al que llaman informativo, pero no lo he encontrado en youtube.
Lo que quiero decir con esto es que si uno de esos niños de mayor fuese guionista y quisiese escribir un largo ambientado en 1980 tendría que hacer un trabajo de investigación previo para familiarizarse con estos objetos, o al menos saber de su existencia. ¿Por qué? Porque de no ser así correría el riesgo de cometer muchos errores históricos y anacronismos, y también porque estaría desaprovechando la oportunidad de enriquecer su guión.
He leído novelas y visto pelis e incluso series ambientadas en tiempos remotos. Como en todo, hay buenas y malas, pero cuando el guionista se ha tomado el contexto histórico en serio, ha elegido esa determinada fecha para ambientar la historia por una razón muy concreta y consigue que forme parte inherente de la acción; la narración consigue que el espectador se sienta en aquella época durante un rato y esto se convierte en un valor añadido de la historia.
La ambientación histórica va mucho más allá del vestuario, los decorados y los acontecimientos históricos de turno que van sucediendo como telón de fondo. Los personajes de Mad Men piensan, sienten y padecen como las personas que vivían en aquel momento. Su forma de entender los conflictos, de hablar, de relacionarse entre ellos, está profundamente impregnada por la época en la que se desarrolla la acción. Y así es como debe ser.
Ahora volvamos a la taberna del siglo XVI: Cuatro de mis personajes están jugando a cartas con apuestas en una mesa mientras beben cerveza, fuman y bromean. Entonces entra un morisco, pregunta algo al camarero y antes de que nadie pueda reaccionar, se acerca a la mesa y le rebana el cuello a uno de ellos con un pequeño cuchillo. Rápidamente el camarero coge el móvil y llama a la policía.
¿A alguien le ha sorprendido algo? Supongo que si hay que denunciar algo todo el mundo elegiría el móvil, es un error flagrante. ¿Pero seguro que no hay más? La policía por ejemplo, ¿había algo parecido a la policía a quien llamar? ¿Qué sucedía cuando alguien mataba a alguien? ¿Tenían que detenerlo los propios ciudadanos o había alguien a quien recurrir? Pero esto no es todo, ni mucho menos... ¿Qué pasa con las cartas? ¿Existía el juego de naipes en el siglo XVI? ¿Podía la gente permitirse el lujo de apostar? ¿Con qué lo harían? ¿Con monedas? ¿Había monedas de valor tan bajo como para que fuese práctico apostar con ellas? ¿Y la cerveza? ¿Había cerveza en las tabernas españolas del siglo XVI? Si no era así, ¿qué bebían? ¿En qué tipo de recipiente? ¿Y el tabaco? ¿Se fumaba? ¿En pipa o de liar? Y lo de que entre un morisco... ¿Qué relación había entre los moriscos y los cristianos en ese momento? ¿Se tomaría como algo normal que un morisco entrase en una taberna o tenían sus propios lugares y verle allí despertaría cierto recelo que impediría que pasase desapercibido? ¿Atendería el camarero a la pregunta del morisco sin darle mayor importancia?
Me paso el día así, lanzándome preguntas constantemente. Y tratar de responderlas es un trabajo apasionante, pero al mismo tiempo desesperante porque parece que no acaba nunca.
Al principio leía casi cualquier cosa tratando de hacerme una idea general de cómo era vivir en aquella época. Después, cuando el guión iba tomando forma, empecé a ser más específico, a concentrarme en encontrar el dato concreto que necesitaba para poder seguir avanzando. Documentándome he encontrado por casualidad verdaderas joyas que me han servido para enriquecer la historia. En cambio, otras veces, he tenido que renunciar a algunas ideas para el guión porque, habría molado, pero por más que yo quiera... eso no pasaba.
Hasta aquí ha sido muy provechoso, el problema es decidir dónde está el límite. Yo soy guionista, no historiador, y aquello en lo que realmente he de concentrarme es en construir una buena historia, un buen guión (la polisemia de la palabra “historia” me está complicando la vida en este artículo). Por eso es necesario fijar un límite, ha de haber algún momento en el que diga: ¡Basta! Ya sé todo lo que necesito saber para escribir esto. Si cometo alguna barbaridad histórica, seguramente haya alguien que me ponga a parir, pero el gran público jamás se dará cuenta. Yo mismo no me habría dado cuenta de la mayoría de las cosas que he descubierto que no podía incluir.
Y entonces llega la segunda parte. Cuando sabes que algo en concreto es incorrecto desde el punto de vista histórico, pero también sabes que es mejor para la película. A nivel de guión algo completamente evidente y transversal en todo el proyecto es el asunto del lenguaje. En el siglo XVI no se hablaba como en la actualidad, perdón por la obviedad. Pero, ¿es mejor imitar el lenguaje de la época (¿cómo se hace eso?), o es preferible usar un lenguaje actual con expresiones modernas? Esta es otra decisión a la que habré de enfrentarme cuando empiece a dialogar.
Ayer mismo hablé por teléfono con un Catedrático en Historia Medieval para pedirle consejo sobre un par de temas -esto es lo más cerca que estaré nunca de tener un asesor histórico- y me dijo algo que me alegró el día: “Cuando veo una película histórica hay algunas cosas que no perdono, como que aparezca un tren por el fondo. Pero la mayoría de las veces intento no pensar demasiado y dejarme llevar por la historia. Me estoy entreteniendo, no trabajando. Y si es buena, si me divierto, incluso acabo perdonando lo del tren.” Trataré de escribir un buen guión y que los Catedráticos en Historia me perdonen.
*Si queréis leer un artículo realmente interesante sobre Mad Men (este sí plagado de spoilers) no os perdáis este artículo de Sergio S. Olguín publicado en la revista Orsai. Lo encontraréis a partir de la página trece. Y ya de paso no os perdáis el artículo de Sergio Barrejón que viene justo después “Antidecálogo para guionistas”.