22 abr 2014

Manual de supervivencia para guionistas fracasados

Post publicado en GuionistasVlc

Pero vamos a ver alma de cántaro, ¿a ti quien te ha dicho que eres un fracasado?
Si fue tu madre, no le hagas ni caso. Ella solo quiere lo mejor para ti y es obvio que ser guionista no es lo que más te conviene. Puede que sus formas no sean las mejores, pero algo tenía que intentar la mujer para que dejases esta profesión. Cuando ganes un premio se lo dedicas y santas pascuas.

Si fue tu jefe, hazle menos caso que a tu madre. Este solo quiere lo mejor para él mismo. Cuando triunfes olvida que algún día le conociste de nada, ignórale cuando se te acerque en algún sarao tratando de hacer ver que siempre creyó en ti y asegúrate de que todo el mundo lo vea.

Si fue un compañero… No me obligues a decir esto. Si a estas alturas no has pillado la dinámica puede que tu madre tuviese razón.

Nadie puede decirte que eres un fracasado, solo tú puedes decidir convertirte en uno. Si te lo dicen y te lo crees, estás perdido.

Cualquiera que lleve siendo guionista más de dos horas y media ha oído al menos 237 veces eso de que “el guión es una carrera de fondo”. Pues bien, imagina un corredor de fondo que empezase a correr pensando “esta carrera no la acabo ni de coña”. ¿Qué pasaría? Pues obviamente que ese tipo no acabaría la carrera ni de coña. Al primer síntoma de agotamiento abandonaría, porque ya se había convencido a sí mismo de que eso era exactamente lo que iba a pasar.

En la salida tienes que estar convencido, no de que vas a llegar a la meta, sino de que vas a ganar la puta carrera. Si no tienes ese tipo de mentalidad, no sirves para esto.

Todo depende de ti, de tu mentalidad. Tienes que estar convencido de que vas a escribir el mejor guión de la historia incluso cuando todo el mundo se ría leyendo un guión que escribiste intentando hacer un drama. Tienes que seguir convencido de que eres el mejor guionista de todos los tiempos incluso cuando un compañero al que hace tiempo que no ves te pregunte a qué te dedicas ahora. Tienes que ser capaz de amar esta profesión sobre todo cuando no tengas ni puñetera idea de cómo vas a pagar el alquiler el mes que viene.

Un guionista ha de ser como un samurai, como un guerrero jeday, como una roca de adamantium. Creedme, conozco a unos cuantos. En Valencia hay gente que sigue escribiendo guiones al mismo ritmo que antes de que cerrasen la tele. Es como si la banda del Titanic siguiese tocando a 2.000 metros de profundidad y sin perder el compás. Espectacular, escalofriante, sencillamente la élite de la locura mundial.


Pero tranquilo, cualquiera puede alcanzar ese nivel aunque no sea valenciano. Solo tienes que seguir fielmente una serie de pasos. Si eres constante, llegará un momento en que serás capaz de mirar al mismísimo J. J. Abrams a los ojos sin pestañear y conseguir que se mee en los pantalones. (Merecido lo tiene.)

Primero: No reconozcas nunca que has fracasado. Da igual la edad que tengas, no importa lo mal que haya funcionado lo último que has escrito. Tienes que convencerte a ti mismo de que lo próximo que vas a escribir será la obra maestra que llevas toda la vida persiguiendo.

Segundo: Por muy seguros de sí mismos que parezcan los otros guionistas no olvides nunca que están tan perdidos como tú, o más. Si ellos son capaces de disimularlo, tú también puedes.

Tercero: Da igual lo que tú pienses sobre ti mismo, lo importante es lo que piensen los demás. Si todos creen que eres genial te lloverá el trabajo aunque seas un inútil. Dedica tiempo a cuidar tu imagen de triunfador.

Cuarto: Haz amigos en el gremio. Tiene múltiples ventajas y solo un inconveniente, que a veces, cuando les conoces bien, descubres que algunos son buena gente.

Quinto: Una cosa es trabajar y otra muy distinta ganar dinero. Tu trabajo es escribir y tu objetivo ganar dinero haciéndolo. Mientras no lo consigas puedes buscar otras formas de ganar dinero, pero nunca puedes dejar de trabajar.

Sexto: Preséntate a todas las ayudas, premios, concursos, rifas, sorteos, vales descuento y rasca y gana que puedas. No es solo por la ayuda económica, lo importante es autoconvencerte a ti mismo de que el universo entero conspira para que tú sigas siendo guionista. Eso debe ser lo primero que se te pase por la cabeza cuando ganes un premio.

Anda que no he oído veces eso de: “Iba a dejarlo, a abrir una tienda de cupcakes o algo, porque los cupcakes lo van a petar ¿sabes? Pero como me han dado este premio, voy a seguir escribiendo.” Bueno, en realidad el plan de negocio varía según la persona, pero ya me entendéis.

Séptimo: (Aportación de Juanjo Ramírez Mascaró) Cuando todo parezca negro como la boca de un callejón sin salida, vuélvete a ver Golpe en la Pequeña China. Ya sabes lo que le dice Jack Burton a la tormenta: “Dime lo que quieras, nena. No me enfadaré.”

Octavo: Un guionista con un encargo es como un agente secreto con una misión especial. Nadie ni nada puede ser más importante que eso.

Noveno: Enamorarse es una opción, querer formar una familia una posibilidad, pero llevar una vida “tradicional” es una utopía. No te lo tomes como una renuncia, convéncete a ti mismo de que has elegido vivir al límite. O cásate con alguien rico evitando la separación de bienes.

Décimo: Si te vas a morir ya y todavía no has triunfado, no te rindas. Van Gogh triunfó después de muerto ¿por qué tú no? Todavía no se ha dado el caso en un guionista, pero tú procura dejar un cajón bien repleto de guiones, por si acaso. Escribe hasta el último de tus días.

Solo una última cosa. No hay nada peor que un tonto sobremotivado, así que antes de venirte arriba procura averiguar si eres tonto. Es sencillo, si has leído este post creyendo que realmente contenía las claves para triunfar, no hay duda, eres tonto.

El elegido

Post publicado en GuionistasVlc

¿Os habéis fijado en la cantidad de historias que hay en las que parece que el planeta entero se va a pique, pero al final no? No sé a vosotros, pero a mí empieza a cansarme un poco saber lo que va a pasar al final antes incluso de sentarme en la butaca.
Ya sé lo que me vais a decir, que en este tipo de historias el final es lo de menos, que lo importante es la aventura, la peripecia. Pero en eso no estamos de acuerdo. De hecho, ahora mismo estoy trabajando en un guión que narra una historia preapocalíptica. Es decir, que no acaba precisamente bien. Si he decidido optar por esa vía, es porque llevo tiempo reflexionando sobre este tema y he llegado a algunas conclusiones. En este post intentaré explicarlo.
En este tipo de historias el mal puede tomar muchas formas. A veces tiene forma de ejército enemigo. Máquinas, orcos, alienígenas, bárbaros, demonios…
Otras veces la amenaza es temible por su irracionalidad y dimensiones. Desastres naturales, plagas de virus, meteoritos, monstruos, zombies…
Y otras veces el mal se personifica y aparece la figura del antagonista, el malo. Tipos muy raros casi siempre.
En cambio, en la gran mayoría de historias en las que está en juego la supervivencia de la humanidad, hay algo que no cambia. Siempre hay un héroe, el elegido para salvar al mundo. Alguien con unas cualidades especiales, la mayoría de las veces sobrehumanas, o equipado con algún tipo de artilugio especial, mágico o basado en una tecnología futurista todavía inexistente. Alguien capaz de enfrentarse a lo que sea necesario, de interponerse entre la humanidad y el mal, y salvarnos a todos sin ni siquiera despeinarse.
Como espectadores, cuando vemos una historia de este tipo, siempre nos identificamos con el héroe. Están escritas para que ocurra exactamente eso. Nos gusta imaginarnos a nosotros mismos en la piel de esos personajes. Sin ir más lejos, yo mismo de pequeño tenía un palo clavadito a Excalibur.
Pero con los años he llegado a la conclusión de que, en realidad, todo este tiempo lo hemos estado haciendo mal. Nos identificamos con el personaje equivocado. No somos el héroe. Somos los que lloran aterrados pidiendo auxilio. Somos el extra que muere en segundo plano. Somos los personajes sin importancia que aplauden cuando el héroe consigue salvarles justo a tiempo.
Puede parecer una gilipollez, pero si nos detenemos a pensarlo un poco, podríamos llegar a conclusiones preocupantes.
En multitud de historias, generación tras generación, la humanidad se empeña en representarse a sí misma como un bien “per se” al que hay que proteger. Un todo, una razón última que justifica cualquier sacrificio, el bien mayor. Y en esas mismas historias, quien se encarga de salvaguardar la supervivencia de la especie es un solo individuo o un equipo reducido de seres especiales, muchas veces además caracterizados precisamente por no ser humanos.
Es decir, que en estas historias la humanidad juega un papel pasivo. Somos como ese personaje femenino tan mal definido y maltratado por la visión machista del mundo, la chica que grita esperando que la salven.
Cuando se descubre la amenaza, el mal que podría acabar con todo, nos limitamos a depositar nuestras esperanzas en un héroe. Derivamos la responsabilidad en otro. Nos comportamos como niños malcriados escondiéndonos tras las faldas de nuestra madre para que dé la cara por nosotros.
La pregunta es ¿influyen estas historias de algún modo en la forma en que la humanidad se enfrenta a los problemas?
En un blog de guionistas no creo que sea necesario defender la idea de que la forma en que narramos, aunque sea ficción, redefine el mundo. Las ficciones contribuyen a formar una cosmovisión, una forma de entenderlo todo. Y cuando esa forma de narrar se convierte en arquetípica, el modelo se convierte en útil, no solo para crear nuevas ficciones, sino también para interpretar la realidad. Y eso provoca que ante situaciones similares a las descritas en la ficción, aunque sea de forma inconsciente, busquemos o esperemos el mismo tipo de soluciones que resolvieron el problema en la narración.
Tal vez esto explique que los medios de comunicación acostumbren a buscar héroes en las historias reales. Como espectadores acostumbrados a un determinado orden narrativo en el que el bien siempre prevalece, llevamos muy mal que en una historia el mal venza sin más. Por eso, cuando ocurre una desgracia, la narración de la misma acostumbra a buscar la tranquilidad del espectador ofreciéndole algo a lo que agarrarse. Encorsetar la realidad a los patrones arquetípicos de las historias de héroes es más habitual de lo que parece. Ahí están los llamados “50 héroes de Fukushima” o el monumento a los bomberos del 11S. Y que a nadie le sorprenda que si un tifón en Filipinas provoca la devastación del país y decenas de muertos, las imágenes que documenten la noticia sean las de alguien jugándose la vida por salvar a un niño. Otro héroe.
hero
No lo critico. Solo lo señalo porque me parece interesante. A veces no somos conscientes de hasta qué punto lo que escribimos y la realidad que nos rodea tienden a influenciarse mutuamente. Estamos convencidos de que nuestras experiencias vitales influyen en cómo escribimos, pero no siempre nos damos cuenta de que lo que escribimos también influye en cómo vivimos. Además a todos los niveles. Como individuos, como sociedad y como especie. Porque, ¿cómo se enfrenta la humanidad a los peligros?
Puede que en el mundo real no existan los zombies, pero la humanidad se enfrenta a multitud de peligros reales que amenazan nuestra supervivencia. La superpoblación mundial, el cambio climático o la proliferación de las armas químicas y nucleares. Amenazas todas ellas creadas o provocadas por la propia humanidad.
Son amenazas reales. Cada cual tendrá su opinión personal sobre lo preocupante de cada una de ellas, pero nadie puede negar que todas ellas, poniéndose en lo peor, plantean escenarios que incluyen la extinción de la raza humana.
¿Estamos esperando a que llegue el héroe de turno para solucionarlo?
Estoy convencido de que nuestro comportamiento como especie, nuestra forma de ignorar los problemas, se debe, en parte, a este tipo de historias. Hemos creado sociedades acostumbradas a esperar al héroe, acostumbradas a vivir como un niño que sabe que si todo falla siempre está su madre para solucionarlo todo. Nos engañamos a nosotros mismos diciéndonos que no podemos hacer nada. Pero tengo una mala noticia, los héroes no existen. No va a llegar nadie volando desde otro planeta para evitar ningún desastre. Y esperar al último momento para resolver los problemas puede parecer muy espectacular, pero es la peor de las estrategias.
Por eso he decidido escribir una historia ambientada en un futuro próximo en el que la supervivencia de la humanidad está en juego. Pero la amenaza no es ningún ser demoníaco, ni nada fantástico, sino una situación político-social alterada por el anuncio de las principales petroleras del planeta de que las reservas de crudo están llegando a su fin. Las disputas entre los países por controlar los últimos pozos y la amenaza latente de una guerra mundial con armamento nuclear es el auténtico antagonista de la historia.
Y en medio de todo esto, surge la lucha entre dos seres especiales. El héroe arquetípico que todos esperan en una situación de este tipo. Pero su enfrentamiento no es una lucha por la destrucción o la salvación, sino un enfrentamiento entre dos formas de entender su poder, entre el que considera que deben intervenir y salvar a la humanidad y el que defiende la idea de que deben permanecer al margen y asumir la suerte que la humanidad decida darse a sí misma.
Si esta historia llega a rodarse, seguramente, el final confunda y cabree a mucha gente. Pero espero que sea solo hasta que comprendan que el héroe de esta historia es distinto al resto solo por una cosa, porque no trata a la humanidad como a un niño, sino como a alguien capaz de tomar sus propias decisiones.
La duda es si realmente lo somos, o no.

10 feb 2014

Mis planos favoritos


Una de las grandes diferencias que existen entre escribir novelas y escribir guiones es que los guionistas estamos obligados a pensar en imágenes. Siempre podemos usar los diálogos o incluso la voz en off para explicar ciertas cosas, claro, pero todo aquel que quiera exprimir al máximo las posibilidades que le brinda el séptimo arte se rebanará los sesos tratando de encontrar esa imagen que consiga explicar, resumir o simbolizar lo que sea que quiere transmitir.
Esto, a veces, es complicadísimo. Pero, a cambio, nos brinda la oportunidad de golpear al espectador con un arma con la que el escritor de novelas no cuenta, el silencio.
Personalmente, cada vez que me encuentro con uno de esos planos que no necesitan de nada más que la imagen y el contexto creado por la propia historia para explicar un concepto complejo, me enamoro un poco más de este oficio.
Hace poco, me encontré con uno de esos planos. Será el primero del que os hablaré. Y pensando en él me dio por empezar una lista de todos los planos que, de algún modo, consiguieron provocarme este efecto. Comparto aquí una pequeña muestra con algunos de mis planos favoritos y os animo a que compartáis los vuestros en los comentarios.
Hijos del Tercer Reich 
Hijos del Tercer Reich
Un joven inteligente y con personalidad propia se ve obligado a ir a combatir en una guerra en la que no cree, sencillamente, porque no cree en ninguna guerra. Los primeros meses trata de seguir siendo fiel a sus principios, pero la crueldad que le rodea le irá afectando hasta el punto de acabar transformándolo por completo.
En el tercer y último capítulo de la miniserie, cuando la evolución del personaje ya es completa, llega esta maravillosa escena. El joven se queda dormido en medio del bosque y, al despertar, se encuentra cara a cara con un lobo que lo olisquea primero y le gruñe después, mostrándole los dientes amenazadoramente a pocos palmos de la cara. Él no se mueve. Incluso le mantiene la mirada.
Su reacción es la de alguien que ha perdido el respeto a la muerte. Ha asumido la propia y la suministra a otros sin pestañear. Se ha convertido en algo distinto a un ser humano porque, si algo nos define, es el miedo a la muerte.
Este plano simboliza la evolución de este personaje de un modo tan limpio que estremece.
The Wire
The Wire
Este es el primer plano del primer capítulo. Así empieza la serie. Sangre reciente sobre el asfalto de una calle de Baltimore iluminada por las luces de un coche de policía. Sencillamente genial. Casi podría decirse que toda la serie gira en torno a esta imagen. La sangre mana de agujeros de bala distintos, pero nunca deja de correr.
Este plano consigue contextualizar toda la serie en un solo segundo. Estoy seguro de que algo así no se habría podido conseguir si no fuese porque sus creadores tenían muy clara toda la serie en su conjunto antes de rodar un solo plano. Ojalá todo el mundo pudiese trabajar en estas condiciones.
Breaking Bad
Breaking bad
Esta serie arrancó con una gran idea de trama, pero si se mantuvo durante cinco temporadas y llegó a ser mítica fue gracias a una genial construcción de personaje. Walter White es un tipo ambicioso, rencoroso, egocéntrico, perfeccionista y un tanto obsesivo. Cuando trabaja en el laboratorio busca la perfección y cuando todo le va mal y el trabajo se convierte en lo único que le reporta satisfacciones en la vida, esa obsesión por conseguir la perfección se vuelve compulsiva.
Conseguir explicar algo así en una sola imagen no era sencillo, pero lo consiguieron con una idea brillante. ¿Consentiría Walter White que una mosca pululase libremente por su laboratorio contaminándolo todo? La respuesta, obviamente, es un NO rotundo. Y dedicaron todo un capítulo, el décimo de la tercera temporada, a regodearse en esta idea, regalándonos planos como este, que casi podrían considerarse una descripción de personaje en imágenes.
Tres colores: Azul
Azul
Si hay algo complicado de transmitir en imágenes son los sentimientos. Recurrir a la expresividad del actor, a los gestos obvios de los personajes, o a los diálogos explicativos, es el primer impulso. Pero existen otras formas extremadamente más refinadas de expresarlos y en esta película se exhibe una de ellas de un modo magistral.
La protagonista pierde a su familia en un accidente de tráfico al inicio de la película y la historia recorre todas y cada una de las fases del duelo y superación de este trauma. El azul simboliza este dolor y el modo en que la protagonista se va relacionando con este color explica cómo poco a poco va consiguiendo superar el golpe.
Y para que ese color pudiese encarnarse en algo físico, se usa un fetiche, un móvil de cristales azules que colgaba del techo de la habitación de su hija. La protagonista establecerá una relación muy especial con este objeto. Primero dirigirá hacia él su ira. Después se enfrentará a él, mirándolo directamente como el que desafía a sus demonios. Y finalmente conseguirá acostumbrarse a él, llevándolo tras de sí cuando se mude a otra casa, en un intento por aprender a convivir con su pasado porque tratar de huir de él es imposible.
El momento en que la protagonista pierde su mirada en esos cristales, sabiendo los recuerdos y el significado que ese objeto tiene para ella, supera cualquier  diálogo antes incluso de que intente escribirse. Al hablar elegimos palabras y el dolor no puede contenerse en ellas, en ninguna combinación de ellas. Por eso, el silencio consigue transmitir mejor este sentimiento. Se trata más de una cuestión de empatía, de vibración de cuerdas, que de comprensión racional.
Tots a una veu
Tots a una veu
“Tots a una veu” es una película pequeña, pero contiene muchos tesoros. Dejad que os traiga aquí uno de mis preferidos.
“Salnitre” es el cortometraje que cierra la cinta. En él, se cuenta la historia de un vecino del barrio valenciano del Cabanyal que ha decidido autoexiliarse en un barco de siete metros de eslora fondeado frente a la costa valenciana. Diez años lleva el hombre allí, a la distancia justa que le permite sentirse lejos de la ciudad que odia, pero lo suficientemente cerca como para seguir viendo cada día la ciudad que ama.
Esta imagen retrata tan bien el sentimiento de amor-odio que muchos valencianos sentimos por nuestra ciudad que casi podría considerarse un símbolo, un resumen de una época.

13 ene 2014

Ahora que se jodan


Si no hablas valenciano encontrarás el post traducido al castellano más abajo. 
“Van permetre que la Radiotelevisó Valenciana es convertira en el joguet del PP. Van manipular els seus informatius fins aconseguir quotes que farien vomitar al mateix Urdaci. Van tractar de fer-nos creure que vivíem en el centre de l’univers mentre la pudor de l’abocador reglotava sota els nostres peus. Van silenciar als que ja no podien defensar-se per ells mateixos i a les seues famílies. I ara… ara que veuen perillar els seus llocs de treball, ara és quan es disculpen, com si això servira d’alguna cosa i demanen a la ciutadania que defense una televisió pública que fa anys que van deixar de sentir com a pròpia. Ara? Ara que es foten.”
Cada vegada que sent algú cantant esta cançoneta, el comprenc. Dit així, resulta tan contundent que sembla un argument irrebatible. Tant, que no crec ni que pague la pena intentar-ho. De fet, per a què enganyar-nos, si no fora perquè pense una altra cosa, pensaria exactament el mateix.
Millor vos faré una pregunta. On treballeu vosaltres?
Un amic de tota la vida treballa en una empresa tèxtil. A Ontinyent, el meu poble natal, abans hi havia moltes. Ara ja no queda quasi cap i les que segueixen funcionant no són ni l’ombra del que van ser. ERE darere ERE han anat aprimant les seues plantilles fins quedar-se amb uns pocs treballadors als quals paguen menys cada any que passa.
Cada vegada que parle amb ell, m’explica l’última putada que els han fet en l’empresa. Ara mateix tota la plantilla porta dos mesos sense cobrar, treballa deu hores al dia i cobra prou menys del que cobrava el primer any que va entrar en l’empresa, quan cada hora de més es cobrava com a extra.
És la crisi, les vendes han baixat molt, pitjor estan els que han acomiadat que no troben res… No és que ho justifique, però tracta de dur-ho el millor que pot.
Un altra persona molt propera treballa en la gerència d’una gran empresa. Té un contracte per obra, que li renoven cada sis mesos. Però per a que no puga denunciar a l’empresa per no fer-lo fixe, el donen de baixa entre contracte i contracte. Es suposa que és secretari de direcció, però pràcticament porta el departament de vendes ell soletes. Per descomptat, cobra una misèria, però el que més li fot és no tindre vacances pagades. I com ell, en esta mateixa empresa, hi ha altres tres en les mateixes condicions.
L’empresa està passant per un mal moment. Els diuen que no poden fer-los fixes a tots, que per a fer fixe a un haurien de prescindir d’un altre. Així que quasi prefereix seguir així que arriscar-se a que facen el contracte sols a dos i els altres dos vagen al carrer. Per si li toca la palla curta.
Encara que la que més llàstima em dóna, sens dubte, és una altra amiga meua que treballa de teleoperadora per a una empresa de serveis. Dedica les sis hores diàries que passa en el seu cubicle a emetre trucades a clients per a oferir-los ampliacions de serveis que ja sap que no necessiten, que ja sap que no funcionen bé i que, per descomptat, suposen un increment en la factura més que considerable.
Una altra companya seua, amb la que es pren el cafè cada dia en la pausa de mitja hora, treballa atenent les trucades dels mateixos clients als que han endossat els serveis que no necessiten. Criden cabrejats perquè el servei no funciona bé i és molt car. El seu únic objectiu és evitar que es donen de baixa. Se li dóna molt bé, de fet, és pràcticament impossible donar-se de baixa.
Ambdues saben que, encara que el que fan siga legal, s’estan guanyant la vida estafant a la gent. La majoria de les vegades, a més, son persones majors que accepten els serveis sense haver entès realment el que els estaven oferint.
Els sap greu, se senten culpables i fora del treball adverteixen a tothom que no se’ls passe pel cap donar-se d’alta en eixos serveis. Però ara mateix no troben res millor, així que segueixen prenent el seu cafè tots els dies a la mateixa hora. Entre estafa i estafa.
Tal vegada algun dia esta gent, a la qual estime, perda la merda de treball que tenen i maleïsquen cada minut que van passar allí sense lluitar pels seus interessos, sense negar-se a fer el que creien que estava malament, sense plantar-se davant dels seus caps i dir-los a la cara que són uns fills de puta.
Què voleu que vos diga. Si això arriba a passar, mai m’atreviria a dir-los: Ara vos foteu.
Jo no sóc ni he sigut mai treballador de RTVV. Supose que podríem dir que sóc un dany col·lateral. Un guionista que ha treballat per a productores externes que treballaven per a RTVV. És a dir, que quan escolte això de “Que es foten” no em sent al·ludit. Però no puc evitar quedar-me mirant al que ho ha dit pensant: On treballarà este?
Em sorprèn el nivell d’exigència que la gent té amb els treballadors de la televisió autonòmica. Dóna la sensació de que els exigeixen les heroïcitats que ells mateixos no s’atreveixen a fer als seus propis treballs.
No els exculpe. Els treballadors no tenen cap justificació. Ho han fet fatal i ho saben. I tampoc vull possar-los a tots al mateix sac. A alguns no va fer falta pressionar-los molt per a que manipularen perquè ja venien manipulats de casa. Però són molts els que sí que es van sentir pressionats i ara es culpen per no d’haver-se plantat davant de qui fera falta i haver-li dit a la cara: Em negue a fer açò. Lamentablement la gran majoria no ho va fer i estic segur que ara això pesa sobre les seues consciències. Merescut ho tenen.
Però comprenguem almenys que no era fàcil. Tal vegada tu, en la seua situació, hauries fet el mateix.
I hem de ser capaços també de comprendre que, si tanquen la tele, els que es foten no són solament ells. Va a fotre’s moltíssima més gent que treballava indirectament per a RTVV a través d’empreses satèl·lit. Jo mateix, hauré de dedicar-me a una altra cosa si vull seguir vivint ací o anar-me’n de València si vull seguir sent guionista, perquè amb el tancament de RTVV s’està signant la sentència de mort de tot el sector audiovisual valencià.
I tu mateix, que treballes en una fàbrica, en un supermercat o en una tenda de barri, si eres valencià, també t’hauràs de fotre. Perquè ja no hi haurà cap tele que et parle en la teua llengua. Perquè mai tindràs la radiotelevisió pública que t’hauria agradat tindre, la que podries haver tingut si hagueres eixit al carrer a protestar quan el que veies al sintonitzar-la no t’agradava. Ara, probablement, ja siga massa tard.
Jo sols dic, que posats a desitjar que algú es fota, per què no procurem que per una vegada es foten els vertaders culpables? Que es fota Fabra, que es fota Camps, que es fota Zaplana i que es foten tots i cadascun dels gossos falders que van mossegar l’os fins arribar a la medul·la. Tant de bo una plaga de ràbia faça que es devoren entre ells.
Zaplana, Camps y Fabra
“Permitieron que la Radiotelevisón Valenciana se convirtiera en el cortijo del PP. Manipularon sus informativos hasta alcanzar cuotas capaces de hacer vomitar al mismo Urdaci. Trataron de hacernos creer que vivíamos en el centro del universo mientras el hedor del vertedero apestaba bajo nuestros pies. Silenciaron a los que ya no podían defenderse por sí mismos y a sus familias. Y ahora… ahora que ven peligrar sus puestos de trabajo, ahora es cuando se disculpan, como si eso sirviese de algo y piden a la ciudadanía que defienda una televisión pública que hace años que dejaron de sentir como propia. ¿Ahora? Ahora que se jodan.”
Cada vez que oigo a alguien cantando esa cantinela, le comprendo. Dicho así, resulta tan contundente que parece un argumento irrebatible. Tanto, que no creo ni que merezca la pena intentarlo. De hecho, para qué nos vamos a engañar, si no fuese porque pienso otra cosa, pensaría exactamente lo mismo.
Mejor os haré una pregunta. ¿Donde trabajáis vosotros?
Un amigo de toda la vida trabaja en una empresa textil. En Ontinyent, mi pueblo natal, antes había muchas. Ahora ya no queda casi ninguna y las que siguen funcionando no son ni la sombra de lo que fueron. ERE tras ERE han ido adelgazando sus plantillas hasta quedarse con unos pocos trabajadores a los que pagan menos cada año que pasa.
Cada vez que hablo con él, me cuenta la última putada que les han hecho en la empresa. Ahora mismo toda la plantilla lleva dos meses sin cobrar, trabaja diez horas al día y cobra bastante menos de lo que cobraba el primer año que entró en la empresa, cuando cada hora de más se cobraba como extra.
Es la crisis, las ventas han bajado mucho, peor están los que han despedido que no encuentran nada… No es que lo justifique, pero trata de sobrellevarlo lo mejor que puede.
Otra persona muy cercana trabaja en la gerencia de una gran empresa. Tiene un contrato por obra, que le renuevan cada seis meses. Pero para que no pueda denunciar a la empresa por no hacerle fijo, le dan de baja entre contrato y contrato. Se supone que es secretario de dirección, pero prácticamente lleva el departamento de ventas él solito. Por supuesto, cobra una miseria, pero lo que más le cabrea es no tener vacaciones pagadas. Y como él, en esa misma empresa hay otros tres en las mismas condiciones.
Por lo visto la empresa está pasando por un mal momento. Les dicen que no pueden hacerles fijos a todos, que para hacer fijo a uno tendrían que prescindir de otro. Así que casi prefiere seguir así a tener que arriesgarse a que hagan el contrato solo a dos y los otros dos vayan a la calle. Por si le toca nones.
Aunque la que más lástima me da, sin duda, es otra amiga mía que trabaja como teleoperadora para una empresa de servicios. Dedica las seis horas diarias que pasa en su cubículo a emitir llamadas a clientes para ofrecerles ampliaciones de servicios que ya sabe que no necesitan, que ya sabe que no funcionan bien y que, por supuesto, suponen un incremento en la factura más que considerable.
Otra compañera suya, con la que se toma el café cada día en la pausa de media hora, trabaja atendiendo las llamadas de esos mismos clientes a los que han endosado los servicios que no necesitan. Llaman cabreados porque el servicio no funciona bien y es muy caro. Su único objetivo es evitar que se den de baja. Se le da bien, de hecho, es prácticamente imposible darse de baja.
Ambas saben que, aunque lo que hacen sea legal, se están ganando la vida timando a la gente. La mayoría de las veces, además, es gente mayor que acepta los servicios sin haber entendido realmente lo que le estaban ofreciendo.
Les sabe mal, se sienten culpables y fuera del trabajo advierten a todo el mundo que no se les ocurra darse de alta en esos servicios. Pero ahora mismo no encuentran nada mejor, así que siguen tomando su café todos los días a la misma hora. Entre timo y timo.
Tal vez algún día esta gente, a la que quiero, pierda la mierda de trabajo que tienen y maldigan cada minuto que pasaron allí sin luchar por sus intereses, sin negarse a hacer lo que creían que estaba mal, sin plantarse delante de sus jefes y gritarles a la cara lo hijos de puta que eran.
Qué queréis que os diga. Si eso llega a pasar, jamás me atrevería a decirles: Ahora os jodéis.
Yo no soy ni he sido nunca trabajador de RTVV. Supongo que podríamos decir que soy un daño colateral. Un guionista que ha trabajado para productoras externas que trabajaban para RTVV. Es decir, que cuando oigo eso de “Que se jodan” no me siento aludido. Pero no puedo evitar quedarme mirando al que lo dice pensando ¿donde trabajará este?
Me sorprende el nivel de exigencia que la gente tiene con los trabajadores de la televisión autonómica. Da la sensación de que les exigen las heroicidades que ellos mismos no se atreven a hacer en sus propios trabajos.
No les exculpo. Los trabajadores no tienen justificación alguna. Lo han hecho rematadamente mal y lo saben. Y tampoco quiero meterlos a todos en el mismo saco. A algunos no hizo falta presionarlos mucho para que manipulasen porque ya venían manipulados de casa. Pero son muchos los que sí se sintieron presionados y ahora se repiten a sí mismos que deberían haberse plantado delante de quien fuese y haberle dicho a la cara: Me niego a hacer eso. Lamentablemente la gran mayoría no lo hizo y estoy seguro de que ahora eso pesa sobre sus consciencias. Merecido lo tienen.
Pero comprendamos al menos que no era fácil. Tal vez tú, en su situación, habrías hecho lo mismo.
Y tenemos que ser capaces también de comprender que, si cierran la tele, los que se joden no son solo ellos. Se va a joder muchísima más gente que trabajaba indirectamente para RTVV a través de empresas satélite. Yo mismo, tendré que dedicarme a otra cosa si quiero seguir viviendo aquí o irme de Valencia si quiero seguir siendo guionista, porque con el cierre de RTVV se está firmando la sentencia de muerte de todo el sector audiovisual valenciano.
Y tú mismo, que trabajas en una fábrica, en un supermercado o en una tienda de barrio, si eres valenciano, también te vas a joder. Porque ya no habrá ninguna tele que te hable en tu lengua. Porque jamás tendrás la radiotelevisión pública que te habría gustado tener, la que podrías haber tenido si hubieses salido a la calle a protestar cuando lo que veías al sintonizarla no te gustaba. Ahora, probablemente, ya sea tarde.
Yo solo digo, que puestos a desear que alguien se joda, ¿por qué no procuramos que por una vez se jodan los verdaderos culpables? Que se joda Fabra, que se joda Camps, que se joda Zaplana y que se jodan todos y cada uno de los perros falderos que mordieron el hueso hasta llegar al tuétano. Ojalá una plaga de rabia haga que se devoren entre ellos.