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5 jun 2013

La curva del vino


Hay un tramo de unos 80 kilómetros de la A-7 que he debido recorrer, al menos, un millar de veces.
Paso por la gran mayoría de tramos como si nada, no son más que parte del recorrido, pero hay una curva en particular que, para mí, es distinta a todas las demás. ¿Qué la convierte en especial? Un recuerdo.
Ese recuerdo se creó un domingo por la tarde. Estaba volviendo a Valencia en autobús para empezar otra semana en la universidad. Era un autobús de dos plantas y yo iba sólo, sentado en la primera fila de asientos de la segunda planta del autobús, justo encima del conductor, por lo que podía ver la carretera perfectamente a través del parabrisas. Iba escuchando la radio, no recuerdo qué programa, y estaban entrevistando a un enólogo que había adquirido una botella de vino carísima en una subasta. Dedicó unos minutos a explicar lo importante que era aquella botella. La mejor añada de una bodega muy prestigiosa desaparecida hace años, o algo así. La cuestión es que, después de comprarla, el enólogo decidió ir a recoger la botella personalmente, con la desgracia de que, en el camino de vuelta, la botella se rompió. Por suerte, para transportar aquella botella y asegurarse que la temperatura sería constante durante todo el recorrido, había usado una nevera especial. La botella se había roto dentro de la nevera, por lo que el vino no se había derramado, sino que había quedado recogido dentro de la cámara. Al llegar a su destino, colaron el vino para eliminar cualquier posible resto de vidrio y volvieron a embotellar el líquido en una botella prácticamente exacta a la original, conservando incluso el etiquetado. Una anécdota sin importancia de no ser porque, aprovechando la coyuntura, el enólogo tomó la decisión de catar el vino. El modo en que aquel hombre explicó cómo era aquel vino me impactó. Soy incapaz de reproducir la descripción, así que no lo voy ni a intentar. Lo importante, la noticia, el motivo por el que le estaban haciendo aquella entrevista, era que gracias a que había tenido la oportunidad de catar el vino, esa botella se había revalorizado muchísimo. Al parecer, existía el riesgo de que el vino no se hubiese conservado bien y, al eliminar esa posibilidad, se añadía una garantía de calidad más a un vino que, ya de por sí, se consideraba uno de los mejores de la historia de la enología mundial.
La descripción sensorial de lo que aquel hombre sintió al catar el vino coincidió con el momento en que el autobús pasaba por una curva cerca de Alberic. Recuerdo haberla escuchado con la mirada perdida en la copa de unos árboles que hay por allí, y ahora cada vez que paso por esa curva y veo esos árboles, me acuerdo de esta historia. ¿Por qué? Pues no tengo ni idea. La historia es curiosa, pero he oído muchas historias curiosas, he olvidado la mayoría y casi ninguna me vienen a la memoria de forma tan recurrente. Además, esta ha quedado fijada a un momento y un lugar concretos, algo particularmente curioso. Supongo que no hay explicación, ni la necesita, sencillamente me pasa.
La memoria es caprichosa, nunca sabes cuando, ni donde, ni por qué, algo está a punto de quedarse grabado en tu cabeza para los restos. Normalmente recordamos las cosas importantes, pero también recordamos infinidad de cosas que no lo son. A veces, incluso, recordamos cosas que preferiríamos olvidar.
Por poner un ejemplo mucho menos… elegante, confieso que no puedo evitar acordarme de esta escena prácticamente cada vez que entro en un baño público.
Torrente no aparece en mi lista de películas favoritas, pero a pesar de eso ha conseguido colarse en mi memoria. No entiendo por qué, sencillamente me pasa.
Averiguar qué convierte algo en memorable no es tarea fácil, además, la mayoría de las veces se trata de algo personal e intransferible con una explicación escondida en la parte más inconsciente de la mente. Pero, al mismo tiempo, también ocurre que algunas cosas adquieren la categoría de memorables a un nivel superior y consiguen colarse en la memoria colectiva.
En mi opinión, todo aquel que se dedica a escribir historias, en realidad, no hace más que perseguir esa memoria colectiva e individual porque, si el objetivo no es el de conseguir crear algo memorable ¿cual es?
Cuando alguien te cuenta una película que ha visto, o un libro que ha leído, suele destacar aquello que más o que menos le ha gustado. Pero si lo hace mucho tiempo después de haber visto o leído aquella historia, la descripción se limita a lo poco que recuerda y eso suele reducirse a aquello que le impactó más cuando lo vio, por el motivo que fuese.
Resulta muy curioso, por ejemplo, lo que la gente recuerda de El padrino. Si se hiciese una encuesta, probablemente las tres escenas más recordadas de esta saga serían la de el padrino en la butaca acariciando al gato, la escena de la cabeza de caballo en la cama y la escena de el padrino con la monda de naranja en la boca. En una película con decenas de asesinatos ¿por qué son estos detalles los que consiguen colarse en la memoria colectiva?
Un ejercicio que suelo hacer a menudo, sobre todo cuando el texto es mío, es preguntar a la gente que acaba de ver un monólogo cuales son los gags que más le han gustado. Cada uno suele tener los suyos, pero siempre, en cada espectáculo, suele haber dos o tres gags que consiguen colarse en la memoria de casi todo el mundo. Analizar y tratar de comprender por qué son esos gags y no otros, me ayuda a la hora de escribir en la búsqueda de nuevos gags “memorables”.
Joan Marimón, el profesor de guión con el que más he aprendido, nos regaló una gran frase en una de sus clases: “Cuando estéis escribiendo, pensad que eso podría ser lo último que alguien viese antes de morir. Procurad que esa persona no malgaste sus últimos minutos de vida.”
Sin duda, la imagen que Joan sugiere tiene mucha fuerza. Pero, ¿y si esa persona no muere? ¿es menor la responsabilidad? Aquello que un guionista escribe, con suerte, consigue llegar a mucha gente y siempre existe la posibilidad de que una frase, un personaje, o una escena, consiga colarse en la mente de alguien. La idea de que algo escrito por mí pueda llegar a formar parte de los recuerdos de alguien, conseguir crear algo así como la curva del vino en algún rinconcito de la memoria de alguien a quien ni siquiera conozco, me parece un objetivo tremendamente ambicioso.

9 ene 2012

¿AH-64 o X2?


Este post fue publicado en GuionistasVLC el 28/12/2012.


Cuando me ofrecieron entrar a formar parte de la plantilla de Guionistas VLC me sentí agradecido. Es un blog potente que lee mucha gente, pero no estaba seguro de querer aceptar. Llevo mucho tiempo manteniendo mi blog en solitario y estoy acostumbrado a hacer lo que me da la gana, a mandar. Todavía no sabía hasta qué punto, pero estaba seguro de que entrar a formar parte de un equipo me traería problemas.
De todas formas insistieron. “Vente un día a la oficina y hablamos”, me dijeron. Tuve que hacer un hueco en mi apretada agenda y no fue fácil, pero al final fui a finales de esa misma semana.
Al llegar, fue Gabi quien me abrió la puerta. Me invitó a pasar y me ofreció tomar algo mientras preparaba la reunión. Pedí un güisqui con hielo, no suelo tomar vodka por las mañanas, aunque sospecho que a Gabi le habría gustado que aceptase algo de mate.
Sentado en la recepción me llamó la atención la calidad de los muebles. No había muchos, un par de sofás de cuero y una mesa de caoba, pero todavía olían a nuevo y juraría que eran de piel auténtica. Parecía que el negocio no les iba mal.
A los pocos minutos me hicieron pasar a la sala de reuniones. Era enorme, con techos altos, un ventanal gigante desde el que podía contemplarse el skyline de Valencia y con una mesa ovalada de madera casi más grande que la sala justo en el centro.
Encima de la mesa estaban amontonados los doce tomos de la Enciclopedia Británica y justo detrás estaba Paco tomándose la tensión. Le saludé y me dijo que se acababa de comprar un aparato cojonudo que le medía la tensión hinchándose y deshinchándose automáticamente cada cinco minutos y medio. El aparato emitía unos pitidos agudos muy molestos, pero según dijo Paco, aquello significaba que todo iba bien.
Me senté a su lado, disimulando una sonrisa. Todo el mundo sabe que la tensión es un invento de las farmacéuticas para vender más medicamentos, pero se le veía tan entretenido con su juguete nuevo que no quise decirle nada.
En ese momento, una pantalla gigante que había al final de la sala se encendió y apareció la cara de Martín a 54 pulgadas. Nos saludó y dijo que estaba en Londres o en Madrid o no sé donde... La verdad es que podría haber estado perfectamente en la habitación de al lado. Entre lo cerca que tenía la cámara y esos rizos, no conseguí ver nada de lo que había a sus espaldas. Digo yo que podría haber tenido el detalle de hacer como los corresponsales en los informativos y dejar que viésemos al fondo el Big Ben o la Plaza del Sol, no sé, algo.
Solo faltaba Chon. Fue entonces cuando me dí cuenta de que justo delante de una de las sillas había un cartelito escrito a mano en el que podía leerse: “Ahora vuelvo”. Gabi, Paco y el corresponsal sin croma me explicaron que ese cartel llevaba allí varios meses y que había otro idéntico encima de la mesa de su despacho. Los tres coincidían en que seguramente Chon debía estar a punto de llegar, pero que era mejor ir empezando la reunión. Ya le pondríamos al día cuando llegase.
Gabi fue al grano. Necesitaban a alguien más en el equipo. Me explicó algo de una subvención, apuntó que los patrocinadores no estaban muy contentos y dejó caer algo de una organización de la que no quiso explicarme mucho y sobre la que preferí no insistir. Al parecer la cosa era que se habían comprometido a escribir cierto número de post al mes y no daban abasto.
Al principio fue fácil, me contaron. Cuando empezaron con el blog tenían muchas ganas de demostrar que se merecían el sueldo y las ideas se les acumulaban de tal forma en la cabeza que llegaron incluso a usar más de una idea por post, un derroche, una locura. Pero poco a poco empezaron a agotarse.
Por ridícula que sea la cantidad, al final todo el mundo se acostumbra a su sueldo y empieza a pensar que merece más. Entonces el día a día empieza a hacerse tedioso y eso para un guionista es mortal.
Habrían desmantelado el blog y tirado cada uno por su lado en ese mismo momento si no fuese porque los acuerdos, contratos y subvenciones les obligaban a seguir.
Fue entonces cuando se les ocurrió la gran idea de las “firmas invitadas”. Tiraron de contactos y consiguieron engañar a decenas de personas para que escribiesen gratis. Aquello era como el timo de la estampita. Cada viernes publicaban el post de alguien al que no habían pagado. Bueno, después me contaron que alguno sí que pidió algo a cambio, pero no fue dinero.
Esta idea les permitió seguir un tiempo, pero estas últimas semanas habían estado otra vez con el agua al cuello. Así que tuvieron que tomar la decisión de contratar a alguien más y repartir el pastel.
Podrían haber llamado a cualquiera pero me llamaron a mí porque ya habían conseguido engañarme tres veces como firma invitada y pensaron que seguramente aceptaría por poco. Pero cometieron el error de citarme en el despacho y hablar más de la cuenta.
Si me lo hubiesen dicho en un bar de la calle Padre Tomás Montañana, por ejemplo, habría colado. Pero en medio de todo aquel lujo yo sumé dos y dos y rápidamente me di cuenta de que podía pedir mucho más.
Al principio no querían ceder, pero cuando les amenacé con tirar de la manta claudicaron. El termostato se había roto hacía unos días y allí dentro hacía mucho frío. Lo de tirar de la manta habría sido cruel, pero lo habría hecho de haber sido necesario. ¡Qué narices! Habría meado en el brasero si me hubiesen obligado.
Rápidamente nos pusimos de acuerdo en una cifra. Era obvio que el dinero no era problema para ellos. Pero la negociación llegó a un punto muerto cuando negociamos la plaza de garaje.
Cuando construyeron el edificio no pensaron que tal vez algún día alguien más trabajaría en el blog y solo había cuatro plazas de garaje. Martín tenía aparcado el Lotus en la suya porque cuando sale de Valencia le gusta ir de alternativo. Paco y Gabi usan la suya todos los días y en la de Chon hay un cartelito, así que decidieron que a mi me tocaba aparcar en la calle. Pero yo por ahí no pasaba.
Estuvimos negociando durante horas, estudiando todas las posibilidades. Hicimos planos del garaje para ver si colocando los coches de otra forma conseguiríamos aparcar los cinco, pero era físicamente imposible. Yo propuse un sistema de rotación por el que cada semana aparcaría uno de nosotros fuera, pero Martín se puso especialmente pesado diciendo que por nada del mundo dejaría su Lotus en la calle.
Estuvimos a punto de llegar a las manos, pero fue Paco, entre pitido y pitido, el que tuvo la gran idea. ¿Y si habilitábamos un helipuerto en el tejado? La idea me encantó desde el primer momento. Así que nada, cada dos semanas publicaré un post aquí y mañana empiezo mi instrucción como piloto de helicópteros.
Ahora el problema es decidirme entre un modelo. De momento estoy entre estos dos, el Apache AH-64 y el X2 Attack. Uno tiene misiles y el otro es el más rápido del mundo. No me decido... ¿Qué me aconsejáis?

21 dic 2011

Los diez mandamientos del monologuista







El pasado viernes publiqué este post en Guionistas VLC. Un post que será el último como firma invitada porque los gvlceños me han hecho una propuesta que no puedo rechazar. El próximo día 28, día de los inocentes, publicaré mi primer post como uno más de los autores de Guionistas VLC junto a Chon, Gabi, Martín y Paco.
Que Dios nos pille confesaos...


Justo la semana en la que las polillas del armario ropero de Camps andan de mudanza al juzgado, los GVLC van y me piden un post sobre monólogos. ¿Me estáis picando?
Pues no voy a entrar al trapo, no conseguiréis que haga ningún comentario acerca de que Costa y Camps me parece una forma muy pija de decir playa y montaña, ni diré que estoy profundamente decepcionado porque esperaba que Paco apareciese en chandal el primer día del juicio negando la mayor y jurando por la Geperudeta que él jamás en su vida había vestido traje.
No haré nada de eso, respetaré la presunción de inocencia y esperaré a que los declaren culpables.

Mejor, aprovechando que ya casi estamos en fechas navideñas y que tengo el fervor religioso más subido de lo normal, he pensado traeros los Diez Mandamientos del Monologuista.

Os los traigo frescos, recién llegados del monte Sinaí, esculpidos en dos tablas de piedra con remates en oro, una virguería.

Eso sí, reconozco que estos mandamientos no los ha dictado Dios. En realidad son totalmente subjetivos, así que podéis quebrantarlos cuando os dé la gana sin temor a castigos divinos. Y además los voy a explicar un poco, no como Moisés que cuando bajó del monte dijo: ¡Hala! Aquí os los dejo.

Primer Mandamiento: Amarás al público sobre todas las cosas
La primera misión de todo monologuista cuando empieza el espectáculo es ganarse al público. Generalmente, la gente que va a ver un monólogo está receptiva y con ganas de reirse (solo esto explica que a veces se rían incluso cuando no toca), pero a pesar de eso el monologista puede perder a su público en cualquier momento.
Es vital generar empatía, conseguir que estén cómodos, despertar interés en lo que se está diciendo y mantener en todo momento cierta conexión con ellos adaptando el ritmo y el tono del espectáculo a las peculiaridades de cada público.
Esto puede parecer algo bastante sutil pero a nadie se le escapa que, por más que estemos defendiendo el mismo espectáculo, este será distinto cuando en la puerta del local ponga “Dead metal rules” que cuando ponga “Asociación de amigos del jubilado”.

Segundo Mandamiento: No tomarás la palabra en vano 
Cuando un monologuista empieza a hablar y el público descubre el tema, automáticamente está adquiriendo un doble compromiso con ellos. Por una parte el monologuista ha de conseguir sorprender al público, hablar de aspectos del tema que no se esperan desde un punto de vista original. Pero también es necesario que hable de los lugares comunes. Al empezar a ver el monólogo el público genera una serie de expectativas. Esperan que el monologuista hable de aquello que ellos conocen de dicho tema porque resulta gracioso verse reflejado en lo que se está diciendo. El reto consiste en satisfacer estas expectativas haciendo referencia a esos lugares comunes pero siempre dándoles una vuelta de tuerca más, transgrediéndolo, deformándolo, exagerándolo.

Tercer Mandamiento: Santificarás las improvisaciones
Como guionista defiendo a muerte la necesidad de realizar un buen trabajo previo de escritura de guión y ensayo antes de salir a un escenario, pero eso no resta importancia a la habilidad de cada monologuista para la improvisación.
Un monólogo, aunque solo hable uno, ha de ser una conversación con el público. Es necesario romper la cuarta pared, que el público sienta que es a ellos a quien se les está hablando e incluso que olviden que hay un guión. Los buenos monologuistas consiguen que el público crea que está improvisando incluso cuando en realidad está recitando el guión palabra por palabra. Pero además de eso, un monologuista ha de ser capaz de registrar todo lo que pasa a su alrededor y usarlo en su propio beneficio.
Si en mitad de una obra de teatro un foco explota sin matar a nadie, los actores tratarán de hacer como si nada hubiese pasado y seguir con la obra. Esto se entenderá como un alarde de profesionalidad y el público lo comentará al día siguiente con los colegas tomando un café descafeinado de máquina con dos azucarillos.
Pero si esto mismo ocurre en mitad de un monólogo y el monologuista continúa como si nada, será valorado de un modo completamente distinto. Un monologuista no puede permitirse el lujo de dejar pasar algo así, si algo llama la atención del público él ha de utilizarlo para hacerles reir y ser capaz de reconducir la situación hacia su texto ganándose de nuevo su atención.
El monologuista no está realmente en un escenario, el monologuista está con el público.

Cuarto Mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre
Sí, este mandamiento coincide palabra por palabra con el de Moisés, así que ya me podéis acusar de incumplir mi propio Quinto Mandamiento. ¡¡Soy un pecador!! Pero tengo excusa, aquí esas mismas palabras significan otra cosa.
Cada monologuista es de su padre y de su madre, es decir, que cada cual tiene sus particularidades. Aprovechar cada una de ellas es una obligación. El aspecto físico, la forma de hablar, la procedencia, el nombre, las trayectoria vital… son todo argumentos capaces de generar trama para un monólogo y herramientas que pueden usarse para que el monólogo adquiera un sabor personal e intransferible. Un mismo texto puede ser adaptado y cada monologuista lo acabará interpretando a su forma, pero esto es como heredar la ropa de tu hermano mayor. Lo mejor son los trajes a medida (pagando y con factura).
No es necesario ni mucho menos que todo lo que uno diga de sí mismo en un monólogo sea cierto, pero usar este tipo de información enriquece el texto porque el público suele detectarlo. Además, aprender a aprovechar las propias experiencias es una de las principales habilidades que todo buen monologuista debería tener. Si vamos a reírnos de todo empecemos por uno mismo.

Quinto Mandamiento: No plagiarás
Este mandamiento necesita poca explicación. Cada vez que oigo un chiste viejo en un monólogo o detecto que han “homenajeado” a otro monologuista en algunas partes del texto, me dan ganas de pedir el libro de reclamaciones.
Si no eres capaz de generar material propio dedícate a otra cosa o contrata un guionista.

Sexto Mandamiento: No reciclarás
Con el tiempo cada monologuista caba coleccionando sus grandes hits. Detectarlos y mantenerlos en los distintos espectáculos es una habilidad más que recomendable. Al final, el público suele recordar a cada monologuista por el gag que más gracia les hizo, por lo que es bueno recordarlo y regalar ese momento al público reincidente. Pero eso no significa que se pueda llamar nuevo espectáculo al espectáculo viejo con diez minutos nuevos de texto. Si te tomas en serio tu trabajo debes tomarte en serio la palabra NUEVO. Ser capaz de generar material fresco cada cierto tiempo es vital. Si no lo eres dedícate a otra cosa o contrata un guionista.

Séptimo Mandamiento: No empalmarás
Suena guarro, lo sé. Pero calmad vuestras mentes calenturientas porque a lo que me estoy refiriendo en realidad es a que: Un espectáculo de una hora no son dos de media hora empalmados.
Soy perfectamente consciente de que este mandamiento es el que más vais a incumplir porque es una práctica muy habitual tirar de un determinado “repertorio” compuesto por distintas coñas como si se tratase de canciones distintas que se cantan en un concierto y dependiendo del rato que se tenga que estar hablando se cantan más canciones o menos. Personalmente me parece bastante chapuza.
Que un espectáculo dure una hora no lo convierte en un espectáculo de una hora. Si un monologuista sabe que cuenta con ese tiempo para entretener al público debe saber explotarlo de un modo distinto a cuando cuenta con menos. A más tiempo más posibilidades de construir un argumento, un personaje, situaciones elaboradas y un universo propio del espectáculo.
La opción de ir empalmando un gag detrás de otro sin rumbo fijo, ni hilo argumental, ni coherencia interna de ningún tipo, aunque hay auténticos maestros en hacer esto, no siempre es la mejor opción.
Como público siempre valoro más un espectáculo cerrado de una hora que fue pensado para exponerse en ese tiempo, que un batiburrillo de sketches que acaban sumando ese mismo tiempo. Llámame tiquismiquis.

Octavo Mandamiento: No dirás polla todo el rato
Existe una teoría muy extendida de que decir polla es gracioso per se. No voy a negar que el miembro sexual masculino da mucha risa, sobre todo después de una ducha fría. Pero creedme amigos, hay otras formas de hacer reír.
Ahora es cuando me acusan de defender el mal llamado humor inteligente, pero no voy por ahí. Transgredir los pequeños tabúes cotidianos hablando sin inhibiciones de sexo, por ejemplo, genera cierto choque cómico en el público y resulta tremendamente efectivo si se sabe usar, no tengo nada en contra de ello ni mucho menos. Pero me parece pobre que alguien base todo su espectáculo, o incluso toda su carrera, en este tipo de humor.

Noveno Mandamiento: No consentirás la monotonía
Ser capaz de ofrecer un abanico de tipos de humor, combinar gags visuales con gags verbales y planificar un hilo argumenal que permita que la interpretación pase por distintos ritmos, intensidades y estados de ánimo, son valores añadidos.
Hacer reír es el objetivo, vale. Pero si se puede hacer de distintas formas ¿por qué conformarse con una? Resulta tremendamente enriquecedor cuando un mismo espectáculo aglutina momentos y situaciones distintas construyendo una historia o evolucionando de algún modo en vez de limitarse a ser un simple contenedor de gags.

Décimo Mandamiento: No codiciarás el dinero del guionista
Si has contratado a un guionista págale.

Nada más amigos, mi paz os dejo la paz os doy.
Os quiero un huevo.

24 may 2011

La importancia del grupo

El lunes que viene empiezo a impartir un nuevo Curso de monólogos en SGAE Valencia. Será un curso de 24 horas de duración repartidas en clases de cuatro horas durante dos semanas en el que yo me encargaré de exponer la parte sobre guión y Pau Gregori se ocupará de todo lo relacionado con la interpretación.
El objetivo del curso es claro: Que cada alumno escriba un monólogo propio de entre cinco y diez minutos de duración y lo defienda encima del escenario en una última clase abierta frente a un público reducido compuesto por los familiares y amigos que ellos mismos inviten.
No es la primera vez que Pau y yo impartimos este curso, ya lo organizamos para la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Valencia, y funcionó muy bien. Es un curso muy divertido tanto para los alumnos como para nosotros mismos y hubo momentos realmente geniales en los que no podíamos parar de reír.
La pasada edición fue más corta que esta, tuvimos menos horas para trabajar con los alumnos y llegamos a la última clase con los monólogos menos ensayados de lo que nos habría gustado. Pero sorprendentemente, cuando se subieron al escenario, lo bordaron. No sólo eso, sino que además parecía que ya sabían que lo iban a hacer bien porque invitaron a bastante gente. Casi llenamos el salón de actos y os aseguro que pasamos un buen rato con el espectáculo que dieron los chicos. Aquel curso nos dejó muy buen sabor de boca, por eso ya teníamos ganas de repetir.
Ahora estoy revisando y ampliando el dossier que entregaremos a los alumnos el primer día de clase y en lo único que pienso es en qué tipo de gente vamos a encontrarnos. Generar un buen ambiente en las clases es fundamental para este curso. Divertirse desde el primer momento, olvidar las vergüenzas y reducir al mínimo las inseguridades que, como es natural, cualquiera puede sentir al subirse en un escenario, son requisitos indispensables para que las clases funcionen.
Aunque parezca mentira a este tipo de cursos se apunta gente de todo tipo. Siempre hay gente extrovertida que no tiene ningún tipo de pudor y participa activamente de la clase desde el principio. Pero también puede acabar sentado en una de las butacas el vivo retrato de la timidez. A éstos se los detecta rápido, cuando ves que todo el mundo da su respuesta al primer ejercicio y él o ella se encoge tratando de pasar desapercibido porque cree que lo que ha escrito no es divertido. En estos casos siento una curiosidad especial por saber por qué se han matriculado al curso. Lo pasan mal porque les da vergüenza hablar en público, pero se matriculan en un curso de monólogos... son un ejemplo de la complejidad humana. A veces dejan de venir, otras se mantienen en un segundo plano durante todo el curso tratando de no hacer mucho ruido y hablando sólo cuando es estrictamente necesario, pero otras veces logran superar sus miedos y notas cómo se van soltando. Todo un éxito.
Sin duda prefiero a los tímidos antes que a los extremadamente críticos. Es más difícil manejarles sobre todo porque generan mucho recelo entre sus compañeros. Lo ideal es que cualquiera pueda decir cualquier burrada sin que nadie se sorprenda, estamos ahí para eso, pero cuando alguien juzga todo el mundo activa las alarmas.
Lo peor que puede ocurrir en un curso de este tipo es que al proponer un ejercicio todo el mundo diga que no se le ha ocurrido nada... Por supuesto que no es cierto, todo el mundo es capaz de encontrar un gag partiendo de unas directrices muy marcadas en un ejercicio concreto, lo que ocurre en estos casos es que no quieren ser ellos quienes hablen primero, temen ser juzgados. Cortar eso a tiempo, conseguir que en la clase se respire un clima relajado, que todo el mundo participe y hable libremente, es fundamental.
Evidentemente, los principales responsables de ese clima son los alumnos. Pero los profesores tenemos que ser capaces de potenciarlo al máximo. Cómo hacerlo depende de muchos factores, pero yo tengo mis truquitos.
La disposición en el aula, por ejemplo, es muy importante. No conviene que el profesor esté muy separado o por encima de los alumnos. Lo mejor es que todo el mundo se siente en un círculo o de tal forma que todos podamos vernos las caras.
Otro factor a tener en cuenta es que en este curso conviene permitir que los alumnos interrumpan continuamente. De este modo se relaja el ambiente y no se produce una gran diferencia entre los momentos en los que el profesor está exponiendo algo y los momentos en los que se está haciendo un ejercicio en el que lo ideal es que participen todos. A veces incluso conviene potenciar las interrupciones. Si mientras se expone alguien hace algún comentario por lo bajo, o se ríe, preguntarle qué le ha hecho gracia puede dar pie a un comentario por parte del alumno. No importa si se pierde algo de tiempo, si se genera ese clima de confianza es tiempo bien empleado.
Algo muy importante también es saber medir los tiempos de la clase. Intercalar los ejercicios más participativos con las exposiciones más teóricas, pero también permitir que algunos momentos se dilaten si ves que conviene por algún motivo y después apretar el ritmo o incluso pedir concentración si es necesario. Tampoco conviene que la gente se relaje tanto que aquello deje de parecer una clase...
Este curso además tiene un problema añadido, el horario, empezamos a las cuatro de la tarde por lo que romper con la hora de la siesta será un reto añadido. Arrancar con algún ejercicio movido que suela funcionar bien o dar protagonismo a algún alumno que normalmente consiga hacer reír a todo el mundo puede cambiar el rumbo de la tarde.
Y por último, generar un humor propio de la clase. Vamos a pasar muchas horas juntos y tratándose de un curso de monólogos, es casi obligatorio que en ese tiempo se generen situaciones divertidas. Esto genera compañerismo y sensación de grupo. Tener alguna coña que solo entiendan ellos porque estuvieron allí aquel día se convierte en un vínculo. Recordarlo, usarlo y convertirlo en un gag recurrente en las clases consigue que todo el mundo se sienta a gusto.
En definitiva, se trata básicamente de convertir el curso en un rato agradable. Conseguir que todos estemos deseando empezar la próxima clase, que los alumnos lleguen con ganas de explicar la idea que se les ocurrió trabajando en casa en su monólogo, que cada tarde pase algo divertido y que al final de todo cada alumno tenga su propio monólogo.
¡Estoy deseando empezar!


Por cierto, si alguien se anima, todavía queda alguna plaza libre para completar el aforo máximo del curso. ¡Nos vemos allí!

16 mar 2011

Jubilarse es de cobardes

Parece ser que ya hay acuerdo respecto a las pensiones. Está todo claro, no os preocupéis. Aquellos que tengáis el caprichito de jubilaros a la misma edad que vuestros padres, lo que tenéis que hacer es muy sencillo: trabajar veintiocho años y medio antes de los sesenta y cinco. Fácil ¿no?

Eso sí, los que tengan veintisiete y todavía no hayan empezado a cotizar porque no hay Dios que encuentre un trabajo... se siente, se os ha pasado el arroz. Ahora ya solo os quedan dos opciones: Morir como los buenos roqueros, jóvenes. O morir con las botas puestas, trabajando, dándolo todo, como el Rey.

¿Alguien ha oído a Don Juan Carlos quejarse alguna vez? Pues tiene setenta y tres años el hombre y ahí sigue... “trabajando”. Bueno, igual no es el mejor ejemplo, pero esa es la idea. A partir de ahora los trabajos serán vitalicios. O peor... Si esto sigue así, al final la gente tendrá que pedir permiso en el trabajo para ir a su propio funeral y volver a fichar al día siguiente.

Oye, ¿tú qué haces trabajando? ¿a ti no te enterramos ayer?

Sí, pero es que me no me quedaban días de asuntos propios...

Se acabó lo del “Descanse en Paz”... Para morirse tendremos que haber cotizado lo suficiente, si no... nada.

Pero tampoco hay por qué agobiarse. Estar preocupado a los veintisiete por la jubilación va contra el orden natural de las cosas. Es como si la Duquesa de Alba se preocupase por el acné juvenil.

Sencillamente no puede ser. Cuando se es joven hay que disfrutar, vivir la vida loca. Como Berlusconi, pero con menos Viagra.

Además, no sé de qué os quejáis. Si queréis trabajar solo tenéis que iros a Alemania. Se ve que allí no dan a basto, están de trabajo hasta las orejas... Hay tanto, que Angela Merkel quiere llevarse jóvenes españoles cualificados en paro a trabajar a su país.

A mi no me sorprende. Es normal que les pase esto. La mitad de la población alemana está de vacaciones en Mallorca. Los pocos que se han quedado allí no pueden con todo. Si les hiciesen volver, se acabaría el problema. Pero en vez de eso han ideado un plan brillante... Si les sale bien, para cuando nos queramos dar cuenta, todos los españoles estaremos trabajando en Alemania para ellos y ¡todos los alemanes estarán en España veraneando a tutiplén!

No es lo mismo que lo que hicieron en Polonia, pero tenemos que tener cuidado. No podemos ir por ahí exportando jóvenes cualificados a otros países como si fuesen naranjas. Cuando nos hagan falta igual no quieren volver. Y puede que España salga de la crisis pronto y necesite mano de obra... (Pausa) Vale, éste es el mejor gag de todo el monólogo, aunque no deberíamos reírnos...

Tenemos crisis para rato, eso lo sabemos todos. Pero hay quien lleva viendo brotes verdes desde hace meses. Si Zapatero fuese jardinero sería capaz de pasar el cortacésped al mismísimo desierto del Sahara.

¡¿Pero qué haces?!

(Simulando ser Zapatero a bordo de un cortacésped) Recortando los brotes verdes...

Sigue, sigue... te va a quedar esto precioso... Si eso cuando acabes ponemos unas porterías y echamos un partidito.

Hay que ver cómo está el mundo... nosotros exportando jóvenes cualificados, y Túnez exportando revoluciones. Aunque según los periódicos las revoluciones no se exportan, se contagian, como los resfriados. Egipto se ha contagiado y ahora lleva una revolución encima que no se la quita ni con Frenadol.

Con los países habría que hacer como con los niños en las guarderías. Si uno se resfría, mejor no lo lleves a clase porque te los acaba contagiando a todos. Y tener un montón de países chorreando mocos puede ser de lo más incómodo.

Aunque también te digo una cosa. Las madres toda la vida han dicho que después de un resfriado es normal dar un buen estirón. Así que puede que no les venga tan mal resfriarse un poco a algunos países. A veces, es mejor tirar unos cuantos kleenex llenos de mocos a tiempo a la papelera y crecer un poco.

15 mar 2011

408 presos

El pasado día 23 de diciembre, fueron liberados 408 presos de las cárceles españolas. El nuevo Código Penal reduce las penas para el tráfico de drogas a pequeña escala y los jueces pusieron en libertad a algunos presos que según la nueva legislación ya habían cumplido la condena por su delito.

Hay quien opina que esto deberían haberlo hecho en enero, con las rebajas. (Voz de anuncio) ¿Eres traficante? ¿Estas buscando un chollo? ¡Ven con nosotros! Tráfico de estupefacientes antes 5 años, ¡ahora solo 3! Cárceles españolas, porque !yo no soy tonto!

Pero se ve que prefirieron hacer el anuncio como el de vuelve a casa por navidad, y los liberaron justo el día de antes de nochebuena. Que dicho sea de paso, esto lo único que provoca son peleas familiares. La gente organiza la cena de esa noche con tiempo y que se presente uno con el que no contaban de repente, lo único que provoca es que nadie sepa cuantas gambas le tocan. Un follón, porque siempre hay alguno que se come una de más, las cuentas de las cabezas no engañan y se acaba liando.

Pero aparte de todo esto, digo yo que 408 presos son muchos. Igual a alguno no le apetecía irse ni en diciembre ni en enero. Es un suponer, pero claro, esperárselo no se lo esperaban... esto de la modificación de la ley ha salido de repente. Y si lo piensas bien, es posible que alguno estuviese allí, a lo suyo, cumpliendo condena tan ricamente y que la noticia no le haya sentado nada bien.

Oye, que eres libre, que ya has pagado tu deuda con la sociedad.

Y el otro: ¿Ya? Pero si yo no me he rehabilitado ni nada eh...

¡Como que no hombre! ¡Yo te veo muy bien! Estás más que preparado para reinsertarte y convertirte en un ciudadano de provecho. Venga, andando ¡rapidito! Vete a robarle gambas a tu cuñado.

!Y ala, a la calle! Seguramente más de uno haya salido bailando la conga de contento. No digo que no. Pero me juego lo que quieras a que más de uno se quedó en la puerta de la cárcel pidiendo que le dejaran volver a entrar. Y es que liberar a la gente así, sin avisar... está feo. Los presos tiene sus planes, se organizan en función del tiempo que tienen. Si saben que van a estar tranquilitos en su celda cinco años, pues por ejemplo, empiezan puzzles de cinco mil piezas.

Todos hemos pensado empezar uno alguna vez, pero no hay huevos. Nos conformamos con los de quinientas piezas, que son para nenas. En cambio, los presos, son gente valiente, recia, sin miedo a las piezas pequeñas y lo más importante de todo, con tiempo.

Pero ahora imagínate tu que llevas unidas más de cuatro mil piezas, y te liberan sin avisar... Claro, el puzzle se queda allí porque es posesión del estado y porque todo el mundo sabe que eso no hay quien lo mueva de la mesa sin que se desmonte. ¡Es que dan ganas de volver a delinquir!

!Pero Manolo! ¿Otra vez tu aquí dentro?

Sí, sí. Es que me dejé el puzzle a medias. Lo acabo y no vuelvo a delinquir, lo juro.

Pero todavía puede ser peor, ¿y si alguno llevaba tres años cavando un túnel y estaba a punto de conseguir escapar? ¿Os imagináis la cara que se le habrá quedado cuando le comunicaron que podía irse por la puerta principal?

¡Pero hombre esto se avisa! ¡Que llevo tres años cavando un túnel con una cucharilla de café!

Mira tío, lo siento. Si por mi te podrías quedar y fugarte cuando quisieras, que yo sé que te hacía ilusión, pero son cosas de los jueces. Yo soy un mandao...

Todo esto es tan raro que algunos malpensados al enterarse de la noticia han sospechado. Incluso existe la teoría de que todo esto de rebajar las penas es un plan secreto del gobierno para vaciar las cárceles y convetirlas en casas rurales. Y si lo piensas bien tiene sentido... Por habitaciones no será...

Además, seguro que tendrían su clientela porque el tema de los barrotes... tiene su rollo. De hecho, si te das cuenta, toda la cárcel parece una especie de local de ambiente a lo bestia: Las celdas de “castigo” a oscuras y acolchadas... Las porras y los disfraces de vigilante... Las duchas colectivas llenas de vapor y con una sola pastilla de jabón para todos que además no para de caerse...

Como sigan así, el próximo desfile del día del orgullo gay seguramente acabe en Carabanchel.

14 mar 2011

Politonos reales

¿Os habéis enterado de lo que le ha pasado hoy al Rey? Todo el mundo habla de lo mismo... Estaba el hombre en una recepción en el Palacio Real recibiendo oficialmente al nuevo embajador de Colombia cuando de repente...

¿Por qué nos hace tanta gracia? A todos nos ha pasado alguna vez eso de que nos suene el móvil en el peor momento. Pues muy sencillo, si nos hace gracia es porque le ha pasado al rey. ¿O no? Si en vez de ese politono hubiese llevado el “Waka waka” de Shakira nos habría hecho gracia igual.

Todo lo que hace ese hombre nos parece gracioso. Tirarse un pedo en público es de mala educación, pero si se lo tirase el Rey todo el mundo diría: ¡Mira! Qué campechano es...

Se lo perdonamos todo, porque nos cae bien. Es un tío majo. ¡Si Don Juan Carlos quisiera ser humorista lo tendría facilísimo! Cualquier chiste dicho por él tendría más gracia. Si el rey contase chistes sería como Chiquito de la Calzada pero con corona. ¿O no? Los dos tiene sus frases míticas. Chiquito tiene su (Imitando a Chiquito) ¡Fistro pecador! Y el rey su (Imitando al rey) Me llena de orgullo y satisfacción... Chiquito tiene su (Imitando a Chiquito) A can de peis a gromenauer... Y el rey su (Imitando al rey)¡¿Por qué no te callas?!

Son clavados... De hecho, me da miedo que decida hacerlo, lo de trabajar como humorista, porque fijo que me quitaría el trabajo. Así que para evitar que el móvil le vuelva a gastar una mala pasada de estas Señor Rey, alteza (reverencia), he decidido darle algunos consejos. No vaya a ser que lo despidan de rey y la liemos...

Para empezar, consejo número uno:

¡No lo vaya dejando por ahí cuando esté de recepción hombre! El Palacio Real tiene más habitaciones que pelos en la nariz Carmen de Mairena. Y si lo pierde después pasa lo que pasa... que no le queda más remedio que preguntarle a la reina:

Sofía ¿has visto mi móvil?

Pues no... lo habrás perdido en uno de tus paseos en moto...

Los griegos perdonan pero no olvidan...

Consejo número dos:

No se ponga el Himno de España como melodía despertador. Este consejo es muy importante. ¿No os ha pasado que cuando te pones una canción en el móvil para que suene como despertador acabas odiando esa canción para toda la vida? Vas por la calle, pasa un coche con esa canción y te pones de una mala leche de repente... Debe ser porque que te despierten es de lo peor que te pueden hacer después de que te den una patada en los mismísimos, pero por muy poco. Y claro, si te despiertas escuchando una canción el cerebro lo acaba relacionando.

Si el rey se pusiese el Himno Nacional como melodía despertador, cada vez que en un acto oficial la banda de música empezase a tocarlo se cabrearía tanto que empezaría a extraditar a gente así, al “tun tun”.

Tú, el de la tuba, ¡extraditado!

Yo, ¿por qué?

¡Porque no te callas!

Y último consejo:

Hay que aprovechar las últimas tecnologías. Ya que tiene un móvil con politonos, es muy práctico asociar una canción a cada persona que le llama, así antes de mirar la pantallita ya sabe quien le está llamando.

Por ejemplo, para cuando le llame el Presidente podría ponerse esta canción. (Suena “Zapatero” de Manolo García, a partir del minuto 4:10, cuando canta lo de: Que soy zapatero, soy zapatero remendón...)

Para cuando le llame Chávez... le recomiendo esta otra. (Suena “Soy gilipollas” de Los Mojinos Escozidos a partir del segundo 20)

Y si le llama Obama... está claro. (Suena “El Africano” de Georgie Dann a partir del segundo 57 cuando dice: Mami ¿Qué será lo que quiere el negro?)