28 jun 2013

Secta S.A.


Me estoy planteando muy seriamente montar una secta. Llámalo secta, llámalo religión minoritaria. He oído que este tipo de negocios son muy rentables y no me vendría mal ganar algo de pasta.
Tengo lo más importante, una milonga que contar y millones de personas deprimidas con ganas de que alguien les diga que son especiales y qué tienen que hacer para alcanzar la felicidad.
Pero lo mejor de todo es que, si me lo monto bien, prácticamente no tendría ni que inventar nada, ¡ya está todo escrito en los manuales de guión! Bastaría con “adaptar” un par de conceptos y ¡voilà! en un periquete tendría mi propio libro sagrado.
Os lo cuento, pero no me plagiéis. Me pido ser el líder espiritual de esta secta, que conste.
La idea consiste en convencer a cada fiel de que él o ella es la protagonista de su propia película. A partir de ahí lo que habría que hacer es descubrir en qué tipo de película vive, analizar en qué acto se encuentra y aconsejarle para que consiga reconducir la trama hacia el clímax del tercer acto.
Si os parece una chorrada quedáis excomulgados. Si habéis sentido la llamada, podéis seguir leyendo.
El principal problema de mucha gente es que viven la vida como un personaje mal construido, sin un objetivo ni un arco argumental bien definido. Viven sin saber por qué hacen lo que hacen. Cada día es una repetición del anterior y la historia no avanza. En estos casos sería necesario encontrar un detonante, algo que empujase al individuo a fijarse un objetivo por el que luchar, que diese sentido a su historia. Alguien que está a punto de lograr un objetivo es alguien motivado, alguien feliz, alguien que se siente bien consigo mismo.
El secreto de un personaje feliz es un objetivo lo suficientemente ambicioso como para que suponga un reto, pero lo suficientemente asequible como para que pueda alcanzarse. Durante el tiempo en que dure la persecución del objetivo, es decir, el segundo acto, ese personaje tendrá una razón por la que seguir luchando. Con suerte, el segundo acto se alarga y el individuo consigue ser feliz durante mucho tiempo mientras paga su cuota de seguidor de la secta.
El problema de otras personas, en cambio, es que ya consiguieron su objetivo. Llegaron al clímax demasiado pronto y, al contrario de lo que ocurre en las historias de ficción, su vida no acabó ahí, en alto, sino que siguió, pero ya sin rumbo porque se habían quedado sin objetivo. A esta gente habría que convencerla de que su historia no ha acabado, de que todavía les quedan objetivos que cumplir. Si ya han conseguido el que ellos consideraban su principal objetivo es que son triunfadores, no costará mucho que acepten otro reto. El truco está en convencerles de que la vida de una persona está compuesta por multitud de tramas y que haber cerrado una trama no significa haber acabado la historia. En definitiva, este segundo caso acaba pareciéndose mucho al primero. Hay que buscar o identificar un nuevo objetivo y poner al individuo a luchar por él. Mientras paga su cuota.
Saber convertir los clímax en detonantes es una estrategia de vida genial. Si tu objetivo es conseguir un trabajo, cuando lo consigas debes proponerte como nuevo objetivo el ascenso, por poner un ejemplo tonto pero fácil de entender. Es decir, que conseguir el trabajo o encontrar la media naranja o lo que sea que anhelábamos puede entenderse como el final de un historia, pero también como el inicio de otra. Hay que saber ponerle emoción a la vida.
¿Y qué hacemos con aquellos que se fijaron un objetivo demasiado ambicioso y fracasaron? A estos habría que convencerles de que lo que ellos habían identificado como la trama principal de su vida, en realidad, no era más que una trama secundaria, necesaria para iniciar la acción del protagonista en una dirección, pero secundaria al fin y al cabo. Un personaje amargado porque no consiguió esto o aquello es algo que puede valer para el primer acto, pero más pronto que tarde tiene que llegar algo que le saque de ese estado y le empuje a actuar. Las historias de superación son muy emocionantes y un fracasado tiene un oportunidad inmejorable de experimentar una de esas historias en primera persona ¡qué suerte!
Después habría que afrontar los casos de la gente que vive atrapada en un drama. Gente que se pasa el día llorando y sufriendo porque ese parece que es su papel. Estos serían casos difíciles, pero no imposibles. ¿Cuantas historias hay que, partiendo de situaciones dramáticas, acaban siendo comedia? Darle la vuelta a la situación, a veces, es sólo una cuestión de punto de vista, de actitud, de personalidad. Por eso, en los casos más extremos, aquellos en los que no funcionase nada de lo anterior, habría que recurrir al último recurso, la reescritura del personaje. Habría que sentarse delante del fiel en cuestión y decirle muy serio: “Tu vida no funciona porque tu personaje está mal definido. Tu historia necesita otro tipo de protagonista.” Y es que es verdad. Hay mucha gente que va por ahí sin haberse parado a pensar qué les hace ser quien son. Sin haberse parado a analizar si su forma de ser les conviene teniendo en cuenta su contexto. Algunos incluso admiten que no se gustan a sí mismos. Y otros hasta han aceptado voluntaria o involuntariamente que el suyo no es un papel protagonista y se han convertido en un secundario, o peor, en un extra sin frase.
Para corregir este despropósito lo primero que habría que hacer es analizar el personaje tal y como está. Siguiendo los preceptos Syd Field, uno de nuestros profetas, analizaríamos el interior y el exterior del personaje. Su biografía y su vida profesional, personal y privada. Y después estudiaríamos qué conviene cambiar para convertir al personaje en un protagonista atractivo capaz de soportar el peso de una gran historia.
La reescritura de la personalidad, por supuesto, sería el proceso más caro y sólo podría llevarse a cabo bajo la supervisión de alguno de los miembros más destacados de la secta.
Analista

Por cierto, necesitaré algunos analistas de guión para poner en marcha el chiringuito. Los interesados ya podéis poneros en contacto conmigo. Habrá quien me llame mesías, pero vosotros podréis llamarme sencillamente líder.

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