15 jun 2011

Más trabajo para el guionista

De un tiempo a esta parte me he ido encontrando con una serie de artículos, post, libros... que, tal vez sin saberlo, articulan una misma teoría. Trataré de resumirla aquí.
Está ocurriendo algo de forma paralela pero en sentido inverso entre el periodismo y la ficción televisiva. Mientras que los primeros están perdiendo día a día su credibilidad empujados por las presiones políticas, las exigencias del mercado, las reducciones de plantilla y el periodismo-espectáculo. Los segundos están consiguiendo enganchar al gran público a series que, a pesar de ser consideradas ficción, contienen más verdad que la mayoría de redacciones.
¿Por qué está pasando esto? La respuesta es compleja y hay que abordarla desde ambos frentes.
El periodismo actual está luchando contra varios males que lo atenazan. A mi entender, podrían resumirse en tres: las líneas editoriales, una mala estrategia de mercado y las redes sociales.
El primero de estos males es tremendamente conocido. Todo el mundo sabe hacia qué lado empuja cada periódico, cada cadena de televisión y cada emisora de radio. Al elegir entre la oferta informativa, el consumidor sabe qué se le va a dar y el medio de comunicación responde a estas expectativas presentándole una imagen de la realidad deformada hacia el lado que él prefiere. Así no hay sorpresas. Los buenos siempre son los mejores y los malos no paran de cagarla. El mundo resulta sencillo visto así y además tranquiliza muchísimo saber que uno está con los buenos.
Hoy en día, si se aspira a estar bien informado sobre algo, hay que currárselo. Leer, ver y escuchar la misma noticia narrada por medios de distintos bandos puede ayudar, pero a veces ni siquiera de este modo se consigue. Sirva como ejemplo la denuncia que Enrique Dans hacía en su blog el pasado sábado acerca de la supuesta desarticulación de la cúpula de Anonymous.
Yo no me enteré realmente de qué había pasado hasta que no leí este post. Es un post largo, argumentado, denso en algunas partes y lejano a lo que hoy en día se entiende por entretenido. Vaya, justo lo contrario de lo que hicieron la mayoría de los medios con la misma noticia.
Algunos no se molestan en contrastar nada porque no tienen tiempo, ni personal suficiente y probablemente tampoco sabrían cómo hacerlo porque el nivel de profesionalidad ha bajado bastante en el periodismo los últimos años. Una nota de prensa suelta en una redacción puede convertirse en noticia como por arte de magia si su contenido no va en contra de la línea editorial del medio en cuestión.
Pero otros, los más peligrosos, tal vez si se dieron cuenta de la manipulación inherente a la puñetera nota de prensa, pero decidieron difundir el mensaje tal cual porque sencillamente se han instalado en la desinformación.
Y desgraciadamente funciona. No importa que la noticia en sí sea ridícula, siempre habrá un sector de la población que la creerá y la tomará por la VERDAD. Como si eso existiese.
El periodismo debería animar a la sociedad y a los individuos a tener un pensamiento propio, libre, independiente y crítico. Pero yo no veo nada de esto en los medios de hoy en día. El periodismo actual se ha convertido en una herramienta de los políticos para difundir mensajes y de las empresas para ganar dinero.
Los medios de comunicación periodísticos perdieron hace tiempo la batalla de la inmediatez. Ahora, en la era internet, ser el primero en contar algo no tiene prácticamente ningún valor. Hoy en día, cualquier ciudadano de a pie con un teléfono móvil puede contar al mundo en directo qué está pasando en donde quiera que se encuentre incluso aportando imágenes y audio para documentarlo. ¿Qué sentido tiene que un periodista llegue media hora después si no va a aportar nada más? ¿Una mejor calidad de imagen?
El periodismo debería serenarse. El tiempo en que ser los primeros marcaba la diferencia pasó. Ahora el verdadero valor que puede aportar a una noticia es una buena documentación y una reflexión seria sobre el tema.
Pero en vez de eso el periodismo actual ha optado por el espectáculo. Los informativos parecen programas contenedor donde puedes acabar viendo un video promocional del nuevo disco de cualquier cantante, el último video viral de internet o las declaraciones absurdas del primero que pasaba por allí. No se aspira a profundizar en nada, el verdadero objetivo es mantener la audiencia, enganchar al mayor número de espectadores posibles.
El periodismo está en crisis y no parece que vaya a cambiar a corto plazo. Pero al mismo tiempo una nueva corriente está surgiendo. No son periodistas, pero hacen justo lo que se espera de éstos: abordar un tema y tratarlo en profundidad, analizando todas sus aristas y desde una perspectiva que tolera toda clase de tonalidades de gris.
Estoy hablando de las series de ficción como The Wire, Generation Kill o la española Crematorio. En ninguna otra parte como en estas series he visto hablar de una forma tan libre y crítica sobre temas como la droga, la guerra o la corrupción urbanística. Viendo estas series se aprende y mucho sobre cómo funciona el mundo.
¿Cómo es posible que encontremos más realidad en las series de ficción que en los periódicos?
Para responder a esta pregunta me limitaré a citar a David Simon:

Yo estuve trabajando en un gran periódico gris de Baltimore hasta que Wall Street descubrió la industria periodística y la evisceró en busca de beneficios a corto plazo, y las grandes cadenas foráneas vieron que podían hacer más dinero produciendo un periódico mediocre que uno bueno.”
The Wire no habría existido de nos ser por la HBO. Como, por cierto, tampoco podrían haber existido Oz, Los Soprano, Deadwood o Generation Kill, historias todas ellas capaces de entretener y divertir pero también de molestar y poner a la audiencia en su contra. En el mejor de los casos, pueden provocar a los telespectadores, si no hasta el punto de un debate en toda regla, sí al menos hasta el punto de suscitar un pensamiento o dos sobre quiénes somos, cómo vivimos y qué pasa con nuestra sociedad y con la condición humana que la ha hecho ser como es.
La primera temporada de The Wire fue una denuncia seca, deliberada, de la prohibición de las drogas en EE.UU., una Guerra de los Treinta Años que figura entre los fracasos más curiosos y globales que se registran en la historia de esta nación. Resulta imposible imaginar que se pueda presentar semejante premisa al ejecutivo de una cadena de televisión, sean cuales sean las circunstancias. ¿Cómo -cabe preguntarse- puedo yo ayudar a mis patrocinadores a vender coches de lujo y vaqueros prelavados al mayor número de gente mientras no dejo de insistir en el hecho de que la guerra contra la droga en EE.UU. se ha transmutado en una brutal represión de las clases más desfavorecidas?” 

The Wire 10 dosis de la mejor serie de la televisión. Fragmentos comprendidos entre las pag.19 a 22

El mercado lo puede todo. Y, al igual que ha sometido al periodismo a una condena llamada margen de beneficios, también ha creado un nuevo espacio: el de las cadenas de pago. A diferencia de las cadenas de televisión con publicidad, las cadenas de pago no tienen que rendir cuentas con sus patrocinadores (las marcas que se anuncian) sino con sus espectadores (la gente que paga la cuota mensual).
Puede parecer una diferencia sutil, pero el cambio de mentalidad que provoca es abismal. Las cadenas de pago han de buscar algo que las diferencie, algo que consiga llamar la atención del público lo suficiente como para que decidan pagar la cuota. HBO apostó por las series. Pero no sólo eso, puesto que todas las demás cadenas también emitían series de producción propia ellos tenían que añadir algo más, el ingrediente mágico. Y con el paso de los años este ingrediente ha resultado ser ni más ni menos que el que Simon describe: series incómodas capaces de hacer pensar.
Las series que HBO produce jamas habrían sido producidas por otra cadena. Los temas que tratan y sobre todo el modo en el que lo hacen las convierten en material peligroso, difícil de controlar. Pero, sorprendentemente para algunos, este modelo de serie está triunfando. Una tras otra las series de la HBO se convierten en éxito y son acuñadas como series de culto. The Wire, sin ir más lejos, está considerada por muchos la mejor serie de la historia.
Cabría preguntarse por qué ocurre esto. Tal vez -por qué no ser optimistas- este éxito responda al hecho de que la gente echa en falta que se les trate como a seres inteligentes y estas series, a través del lenguaje audiovisual, han logrado exponer los temas que tratan con un grado de profundidad y complejidad dignos del mejor orador.
Recientemente, la cadena de pago española Canal Plus, ha apostado por una serie que sigue este mismo patrón: Crematorio. Una serie excelente por muchos motivos pero sobre todo por uno: Se ha atrevido a tratar un tema conflictivo y de plena actualidad en nuestro país como la corrupción urbanística de frente y sin disimulos. Bien por ellos.


Tal vez los guionistas tengamos que asumir esta responsabilidad. Tal vez ahora no se pueda hablar de la realidad si no es desde la ficción. Más trabajo para nosotros.

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