18 jul 2010

La mano del guionista


No hay una única forma de ver cine. Al salir de la sala te das cuenta de que cada uno ha visto algo distinto dependiendo de su predisposición, sus conocimientos y experiencias previas, sus gustos personales, su estado de ánimo... La historia es la misma para todos, pero cada uno la vive a su modo. De hecho, si tu mismo ves la misma película en dos momentos distintos, obtienes experiencias distintas. No sé si esto os parecerá una perogrullada, pero para mi supuso toda una revolución volver a ver algunas películas. Me explico con un ejemplo concreto.


En 1999 yo era un pipiolo adolescente que iba al cine a pasar el rato. Mirando hacia atrás me doy cuenta de que en aquella época todavía no tenía mis gustos muy definidos, por lo que supongo que me dejaría llevar por la masa la mayoría de las veces que decidía ir al cine. Y como todos, ese año fui a ver Matrix. La peli me gustó. Mucha acción, unos efectos especiales totalmente espectaculares y un montón de ideas ingeniosas con las que fantasear: Aprender Taekwondo en diez segundos enchufándome un cacharro al cogote, parar las balas en el aire (esto ya lo había incorporado a mi imaginario personal de la mano del gran Akira Toriyama y su serie Dragon ball), saltar de edificio en edificio... Pero además de todo eso había algo más. La historia planteaba retos. No era fácil de entender para mi qué significaba Matrix en el propio universo creado por la película, ni era capaz de apreciar toda una infinidad de detalles que con el tiempo me fascinarían. De momento la película se quedó ahí, en mi memoria, como un buen rato que viví junto algunos amigos con los que estuve debatiendo al salir del cine sobre todas las cosas que no habíamos entendido.


Al cabo de unos años volví a verla. En ese momento era un estudiante de filosofía. Desde que la vi por primera vez habían pasado varios años en los que gran parte de mi tiempo había transcurrido en al universidad. Yo había cambiado, evidentemente, y gracias a todo lo que había leído ahora estaba más preparado para entender en profundidad el argumento de esta película. Pero no era consciente de ello, ni mucho menos. Es más, no recordaba Matrix como una película especialmente filosófica. Quiero decir, que no me senté un día delante de la tele con mis libros y apuntes de la carrera dispuesto a resolver el misterio. Simplemente un día la vi en el videoclub, me apeteció volver a verla y la alquilé. Era el año 2003 y ya se estaba anunciando el estreno de la segunda parte, Matrix Reloaded. Supongo que quise volver a ver la primera para refrescar un poco la memoria e ir al cine cuando estrenasen la secuela.


En aquel segundo visionado me sorprendí al darme cuenta de que en aquella película había filosofía por todas partes. Era obvio que los Wachowsky se habían inspirado en Platón, Descartes, Hilary Putnam y las modernas teorías sobre la Inteligencia Artificial a la hora de escribir el guión. ¿Realmente era la misma película? Para mi no se parecían en nada. Mi forma de verla, de entenderla, de apreciarla, habían cambiado por completo. Esta vez la había disfrutado mucho más. Los tiros y el espectáculo visual ya no me habían impresionado tanto como la primera vez, claro, pero había encontrado muchas cosas más que me satisfacían y que allá por 1999 no era capaz de ver.


Los años siguieron pasando. Acabé la carrera, me dieron mi titulito y me di cuenta de que con aquella licenciatura sólo podía seguir estudiando, porque trabajo no me iba a dar nadie... al menos no un trabajo donde pudiese aprovechar todo el tiempo que había invertido entre libros. Así que seguí estudiando. Pero no oposiciones, no, no, no... Yo tenía un plan mejor (JA!), decidí estudiar guión. Conseguí una beca en una universidad privada de Valencia donde se impartía un master de guión de un año y me puse a ello. Aprendí muchísimo aquel año. Nos juntamos un buen grupo de gente con muchas ganas, muchos de ellos ahora son guionistas profesionales, y los profesores nos hicieron currar muchísimo. Fue en esa época cuando empecé a ver el cine desde otro ángulo, desde el punto de vista del guionista. Desde entonces me cuesta mucho ver una película completamente relajado, me tiene que gustar mucho y engancharme para que no me ponga a analizar mentalmente las tramas, los personajes, los diálogos... Empecé a valorar las películas por lo bien escritas que estaban y a apreciar algunas únicamente por cómo habían conseguido introducir un recurso de guión o presentar a un personaje. Es decir, que empecé a perseguir y a buscar “la mano del guionista”.


Detrás de cada película hay una cabeza pensante que ha pasado largas horas buscando el modo de narrar la historia de tal modo que resulte verosímil, natural, fluída... en otras palabras, intentando borrar sus huellas. Porque es un hecho que cuando en una historia un personaje hace algo sin que venga a cuento porque conviene que lo haga para la que historia avance (por ejemplo) la gente, aunque no sepa de guión, nota que algo raro ha pasado. Han visto la mano del guionista manipulando la historia como si de un marionetista al que se le ha roto un hilo se tratase.


Fue en esta época cuando volví a ver Matrix por primera vez. Ya me había impactado por su potencia visual y su originalidad para plantear las secuencias de acción. Me había sorprendido una segunda vez al descubrir todo el poso filosófico que había en la historia. Y ahora, volví a disfrutarla analizando el modo en que estaba escrita. Descubrí que la historia respetaba a rajatabla los doce pasos de lo que Christopher Vogler llamó “El viaje del héroe”. Analicé el modo en que se había ido dosificando la información a lo largo de la historia para que llegase al espectador del modo más sencillo posible y consiguiese entender algo tan complejo como lo que esta historia plantea. O cómo se había estructurado el guión para que las secuencias con diálogos densos fuesen inmediatamente precedidas por secuencias de acción y mantener así el ritmo de la película. En fin, otro montón de cosas que no había visto ni la primera ni la segunda vez que había visto esta película. Por eso no exagero si digo que he visto Matrix tres veces por primera vez, además algunas segundas veces más.


Ahora soy yo el que trata de borrar sus huellas. El que escribe guiones tratando de que nadie se dé cuenta de que estuve allí. Y al mismo tiempo me divierto viendo el trabajo de otros y buscando sus huellas. Aquí os iré contando como va la caza.

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