27 sept 2010

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Este viernes estuve en una jornada organizada por Sgae y la Edav (Asociación de Guionistas Valencianos) en la que se habló de los retos actuales de la producción audiovisual y de la nueva figura el guionista como productor ejecutivo. Los ponentes de la mañana eran tres gerifaltes del audiovisual español: Alex Pina de Globomedia, Joan Grau de El Terrat y David Abajo de Notro Films. Y por la tarde tomaron la palabra los representantes de La Máquina de Escribir, 2manyproducers y Complot de guionistas, grupos de guionistas que tratan de abrirse paso formando equipo y que ya han producido algún que otro proyecto por ellos mismos, es decir, el germen de lo que en su día acabó siendo El Terrat, por ejemplo (les deseo la misma suerte).

Podría decirse que fue un éxito de convocatoria, la sala se llenó de guionistas profesionales (prácticamente nos conocíamos todos) y ya sólo eso resulta sintomático porque el seminario empezó a las diez de la mañana de un viernes... efectivamente, la mayoría no teníamos ninguna productora a la que dar explicaciones por estar allí. E inevitablemente la conversación también se contagió de esto, “Qué mal está todo...” fue una de las primeras frases que cortaron el aire. Pero se dijeron muchas otras cosas, os cuento lo que más me llamó la atención.

Todos sabemos que el negocio de la televisión consiste básicamente en emitir publicidad. La programación no es más que el cebo, aquello que las cadenas usan para conseguir que alguien quiera ver sus anuncios, es decir, que muerdan el anzuelo. Cuando una cadena engancha a mucha gente delante de la tele todos los jueves a las 22h, por ejemplo, consigue que el precio por cada segundo de publicidad en esa franja horaria aumente y la cadena gana más pasta. Este es el único motivo por el que las cadenas buscan productos de éxito, para conseguir el mejor dato de audiencia posible. Hasta aquí no creo que se haya sorprendido nadie. Ahora bien, cómo se mide la audiencia y cómo se interpretan es algo muy relativo. Al parecer en España ocurre algo que no ocurre en otros países, es algo así como si los índices de audiencia aquí se vendiesen a granel. Mientras que en el resto del mundo civilizado las audiencias se trocean antes de servir. ¿Qué quiere decir esto? Muy simple. En España a los anunciantes y las cadenas sólo les importa el share, sin más. Mientras que lo normal en otros países, y lo lógico, es que se atienda al target que consume sus productos.

¿Qué importa que tres millones de personas hayan visto tu anuncio si entre ellos sólo hay cien mil que podrían estar interesadas en comprar tu producto? Un anuncio no busca ser visto, busca clientes, gente que vaya a las tiendas a comprar. Por eso no todos los shares son iguales, lo que importa es encontrar al público potencialmente consumidor.

El problema es que hoy en día la gente entre 15 y 45 años, es decir, la gente con más capacidad consumista y a la que suelen ir dirigidos la mayoría de los anuncios, ya casi no ve la tele. Internet está desplazando a este público porque le permite ver lo que quiere, cuando quiere, gratis y sin anuncios. Qué hacer para recuperar a este público es algo que preocupa a todo el mundo pero para lo que nadie tiene todavía un plan...

¿Y cual está siendo la reacción española? Pues tratar de atrapar al público que queda, es decir, público adulto que no se ha adaptado a internet y que sigue viendo la tele con anuncios y todo.

Los tres ponentes, con información de primera mano por parte de las cadenas, estaban de acuerdo en esto. En los próximos años veremos como las cadenas tenderán a programar pensando en atraer a este tipo de público. Tal vez “Las chicas de oro” sea el primer síntoma de esta tendencia.

Cómo repercutirá esto en las ventas de los anunciantes es algo difícil de calcular, pero mientras no se den cuenta, señoras mayores de 65 años verán anuncios de “Just for men” patrocinando su serie favorita.

Realmente quería hablar de otra cosa, pero me he liado con esto... sigo en el próximo post.

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